LA ZONA

DIRECCIÓN: Rodrigo Plá
TÍTULO ORIGINAL: La Zona (2007)
PAÍS: México, España
GUION: Rodrigo Plá, Laura Santullo; basado en una historia de Laura Santullo
FOTOGRAFÍA: Emiliano Villanueva
MÚSICA: Fernando Velázquez
DURACIÓN: 97 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Tengo que admitir que La Zona me ha dejado una impresión doble: la de una cinta de ciencia ficción estupendamente actuada, que recrea con mucho atino la pesadilla de un experimento urbano fallido, y la de un filme deleznable por su discurso social, anclado en el reconocimiento de sólo dos polos representados por una clase baja víctima y un grupo social privilegiado que juega como cruel verdugo.

Opera prima del uruguayo Rodrigo Plá, La Zona está basada en un cuento de Laura Santullo, quien crea la idea de una zona residencial de clase media alta, cerrada y apartada del mundo, gracias a una barda perimetral que mantiene a salvo a sus habitantes de la criminalidad y la inseguridad de los barrios populares que la rodean.

Una noche, el viento derriba un anuncio espectacular, lo que hace que una parte del muro se venga abajo y permita la entrada de tres jóvenes delincuentes al fraccionamiento. Tras asesinar a una anciana, dos de ellos son muertos a tiros por los residentes, el tercero queda atrapado, pero la multitud decide no dar aviso a la policía y emprender su búsqueda para hacer justicia por cuenta propia.

El trabajo cuenta con elementos que lo hacen un thriller interesante, tenso; el universo de personajes es numeroso, pero puede decirse que está bien resuelto, sobre todo en lo que toca a Carlos Bardem, Marina de Tavira (dos de los habitantes de La Zona dispuestos a todo por conservar su régimen excepcional de privilegios) y el siempre confiable Mario Zaragoza (el agente policiaco que olfatea la perversión que se esconde tras ese autogobierno vecinal).

Válida como fábula futurista, Rodrigo Plá toma, empero, el camino de la detestable prédica social que alimenta el rencor de clase. Los contrastes visuales son inequívocos. Dentro, todo es limpieza y confort; nadie entra ni sale sin ser detectado por el complejísimo sistema de cámaras de circuito cerrado. Fuera, los barrios grises, de crecimiento desordenado, con miles de viviendas en obra negra y pobreza. La seguridad reducida a la eliminación de otros con el fin único de proteger estatus y posesiones.

Esta pretensión de "abrirle los ojos al espectador" a una realidad dramática, es todavía más clara cuando en esta comunidad de lujo deshumanizado y de desprecio por la ley, director y guionista insertan a tres o cuatro personajes a quienes la degradación moral no los ha alcanzado, convirtiéndolos en la conciencia silenciosa de una clase acomodada que ha hecho a un lado los escrúpulos.

Esto es quizá lo que encuentro más irritante de una cinta que de no haber caído en el falso discurso sobre las desigualdades sociales me habría convencido como un thriller lleno de energía; sin embargo, mucho de la pieza no deja de sentirse como demagogia o un mea culpa de clase. Claro que me puedo equivocar.

 
 
 
 
 
       

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