Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

La increíble vida de Walter Mitty habla de un hombre común (Ben Stiller) que vive en la penumbra, entre los negativos fotográficos de la revista Life, próxima a publicar su última edición impresa y obligada a una reconversión digital que implica liquidar a decenas de personas de áreas no primordiales. Observador de las historias de los otros durante años, custodio de sus imágenes más sorprendentes, Walter se ha convertido paradójicamente en un soñador de la era Instagram, en la que la valía personal se mide por la notoriedad y el éxito social que se aparenta.

Tímido, mayormente solitario y embelesado por Cheryl Melhoff (Kristen Wiig), una chica del área de contabilidad de la revista, el protagonista se desconecta continuamente del mundo para imaginar su existencia de manera diferente, tal como la ve en las fotografías, lejos de la sala de revelado de imágenes y en un lugar donde es capaz de desafiar los límites del espíritu humano, un lugar donde es alguien, donde es notado y apreciado.

Basado en un relato de apenas ocho párrafos escrito por James Thurber en 1939, Ben Stiller filma una travesía vital de incuestionable belleza visual, con un tono irreal, casi de fábula, en la que la vida real y la búsqueda de un negativo perdido, terminan por ser tan extraordinarios como las ensoñaciones de su personaje. En uno de los momentos más inspirados de la cinta, Walter Mitty se encuentra con Sean O'Connel (Sean Penn), un veterano fotógrafo, quien le da una breve lección sobre la vida y el periodismo; el valor del trabajo sostenido y la capacidad de fundir la vida diaria con la imaginaria por sobre la búsqueda ávida de una pieza que produzca fama instantánea.

La obra reivindica la sencillez de lo maravilloso, la imaginación y la vida que hay incluso en los lugares más apartados del reflector, aunque también intenta hacer un reconocimiento en estos tiempos de crisis a la valía profesional de personas, sin cuyo trabajo trabajo habría sido imposible construir el prestigio con el que hoy cuentan numerosas empresas periodísticas, pero que “están siendo reemplazados por periodistas que sólo saben tuitear”.

Más que un relato simplista de complicidad con los desheredados, La increíble vida de Walter Mitty habla de la mantener la integridad creativa cuando todos toman el camino corto de la viralidad y la celebridad fincada en estridencia sin fondo. “Las cosas hermosas no buscan llamar la atención”, le dice alguien al protagonista para mostrarle el extravío actual que obliga a aparentar en lugar de honrar la divisa de la revista a la que Mitty le ha dado 16 años: "Ver mundo, afrontar peligros, traspasar muros, acercarse a los demás, encontrarse y sentir. Ese es el propósito de la vida".