WALL·E

DIRECCIÓN: Andrew Stanton
TÍTULO ORIGINAL: WALL-E (2008)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Andrew Stanton, Jim Reardon
FOTOGRAFÍA: Jeremy Lasky
MÚSICA: Thomas Newman
DURACIÓN: 98 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Durante cerca de 40 minutos, WALL-E es una preciosidad, una historia de enorme sencillez, protagonizada por un pequeño robot que día a día se dedica a la labor de limpiar la Tierra que, en el año 2700 se ha convertido en un basurero inhabitable y ha sido abandonada por los humanos.

Sin necesidad de diálogos o de figuras humanas interviniendo en la acción, echando mano apenas de sonidos y movimientos mecánicos, el diminuto autómata se transforma ante nuestros ojos en un personaje entrañable, profundamente humano en su soledad y en sus anhelos de compañía.

Si la cinta ha merecido unánimes comentarios de elogio, éstos tienen su razón de ser en esos primeros 40 minutos. La personalidad de WALL-E logra conectar de una manera extraña con el deseo de volver a esos momentos en que lo más simple nos contentaba.

El personaje colecciona objetos que recoge de entre la basura para guardarlos como piezas en las que reconoce el valor de haber pertenecido a alguien o haber tenido alguna utilidad. Se conmueve con las imágenes de un viejo videocasete de Hello, Dolly!, aunque las ha visto miles de veces, y se guarda de sentirse solo en el mundo mediante su amistad con una cucaracha.

De alguna manera, WALL-E recuerda al doctor Robert Neville, de Soy leyenda, aquel último hombre en la Tierra cuyo único afecto era para su perra Sam, pero igual puede ser una versión de Chuck Noland, el hombre cuya única compañía en Náufrago era una pelota de voleibol a la que llamaba "señor Wilson".

La cinta da necesariamente un giro cuando EVE, una robot con la misión de detectar la existencia de vegetación en la Tierra, hace contacto con el pequeño náufrago. Durante algunos minutos más, Andrew Stanton permite la interacción sin palabras entre ambos, pero rompe lo contruido para iniciar a partir del encuentro, una cinta aleccionadora en su segunda mitad.

La elocuencia de las imágenes de los primeros minutos, los rascacielos de desperdicios compactados por el personaje, ya no son suficientes para transmitir un mensaje edificante/moralizante, en el que es necesario presentarnos a una colonia humana vagando en el espacio, formada por hombres y mujeres obesos, de cuerpos atrofiados, dedicados a consumir e incapaces de hacer cualquier esfuerzo físico.

El mensaje contrasta con la sutileza con la que está construida la primera parte de la cinta. De una preciosa comedia que abreva del ingenio y de la emotividad de las películas de Chaplin, WALL-E es convertida en un regaño demasiado obvio sobre el desastre ambiental hacia el que corremos.

 
 
 
 
  

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