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HIJO DE... BUSH

DIRECCIÓN: Oliver Stone
TÍTULO ORIGINAL: W. (2008)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Stanley Weiser
FOTOGRAFIA: Phedon Papamichael
MÚSICA: Paul Cantelon
DURACIÓN: 129 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Han transcurrido apenas unos meses del fin de la era Bush y aún resulta difícil tomar distancia con los hechos que marcaron su administración; más allá de que hoy se le considere uno de los peores presidentes en la historia de Estados Unidos, resulta demasiado prematuro hacer una lectura de ocho años de gobierno de George W. Bush y pensar que se puede superar el análisis meramente coyuntural.

El presidente número 43 de la Unión Americana se convirtió pronto en una figura fácilmente caricaturizable por su pasado alcohólico y su visible ignorancia, entre otros aspectos. A fuerza de verlo justificar torpemente sus peores errores nos acostumbramos a la ridiculización de sus actos de gobierno, a la satirización de sus erráticos discursos en innumerables programas de comedia.

Por esas dos razones, es difícil ver en la cinta de Oliver Stone algo más que un sketch de larga duración: primero, porque complace a los simples que se contentan con la denigración del villano a través de varias anécdotas embarazosas y diálogos que muestran la torpeza y la poca clase del mandatario; en segundo lugar, porque aunque marginalmente están basadas en hechos reales, las situaciones que involucran el proceso de toma de decisiones con su equipo de trabajo no parecen tener más base que la imaginación.

Stone está lejos de abonar a una mejor comprensión del personaje; explota la animadversión por él, lo convierte en un hombre inmaduro con un trasfondo de frustración originado en un déficit de reconocimiento por parte de la figura paterna, quien tambien ocupó el puesto de presidente de la nación. Al final, tales pretensiones freudianas del director no pueden ser otra cosa que barato maniqueísmo, temeroso de confrontar y desmentir uno solo de los prejuicios construidos en el ideario de las masas para oprobiar al político republicano.

Nada de esto resta mérito a las interpretaciones de Josh Brolin en el papel de W. y de Richard Dreyfuss como el vicepresidente Dick Cheney, quizás los únicos dos en el reparto que alcanzan a ser más que actores caracterizados. Uno y otro muestran voluntad, intenciones, agenda propia, lo cual no puede decirse del resto, físicamente muy semejante a sus pares reales, aunque planos y sin dimensión alguna.

Como biopic, Hijo de... Bush (título cuya pertinencia me genera en lo personal una doble sensación) resulta francamente floja; al no poner distancia con los hechos que retrata y en su urgencia de influir en la elección presidencial de 2008, la película no profundiza, sino que pretende dibujar al hombre a partir de imágenes fragmentarias, llenando los huecos en su historia con especulaciones que el odium plebis asume como revelaciones.

Una revisión de la administración Bush no podía hacerse de manera adecuada en este momento, y menos en el contexto de una campaña, aunque Oliver Stone hace tiempo que se dedica a hacer propaganda.

 
 
 
 
 
       

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