EL VUELO

DIRECCIÓN: Robert Zemeckis
TÍTULO ORIGINAL: Flight (2012)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: John Gatins
FOTOGRAFÍA: Don Burgess
MÚSICA: Alan Silvestri
DURACIÓN: 138 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Will Whip Whitaker (Denzel Washington) es un piloto de una aerolínea comercial, capaz de hacer volar un avión en medio de una tormenta inclemente después de haber pasado la noche bebiendo y sin dormir.

Whip sabe más que cualquiera sobre volar, pero también es posible advertir, sin ninguna duda, que tiene un don. Rumbo a Atlanta su avión sufre una falla mecánica que lo hace caer en picada; 102 personas, además de la tripulación, están destinadas a morir, sin embargo el capitán es capaz de cambiar radicalmente el guión de la historia. El único empujón que necesita es una línea de cocaína y un jugo de naranja con vodka.

La secuencia inicial de El vuelo dura 25 minutos, durante los cuales el director Robert Zemeckis pone todos sus recursos técnicos y el máximo de tensión para recrear lo que luce como una tragedia aérea similar a la conjurada por el piloto del vuelo 1549 de US Airways, que en enero de 2009 bajó sobre el río Hudson. A partir de ese punto, la cinta da una tregua para que Denzel Washington actúe y se haga cargo de una historia que, al igual que en el caso de Náufrago y Tom Hanks, parece una pieza escrita para un solo actor.

Con un mensaje moral innegable y un sustrato religioso que lastra por momentos el relato al empeñarse en hacer product placement de Jesucristo en diálogos y escenas, la película muestra el continuo descenso y deterioro del protagonista, quien pese a su incapacidad para mantenerse sobrio aun en momentos críticos, no encuentra fondo.

Si bien Whip ha dejado un rastro de destrucción y de horror por distintos lugares por los que ha pasado, pero para él no parecen haberse agotado las rutas de salida (en todo caso las drogas parecen darle la lucidez necesaria para encontrarlas). A sus 58 años, el reto actoral para Washington de interpretar a un hombre inteligente y solo que busca afanosamente su propia destrucción, no es menor. Y lo logra a tal punto que incomoda y que todo él resulta indeseable.

El guion de John Gatins se conforma, sin embargo, con un convencional relato de redención, con subtramas apenas desarrolladas y personajes secundarios que no alcanzan a funcionar como contrapeso o a elevarse a la altura del protagónico. El juicio moral se impone al acto heroico de haber salvado a un centenar de almas; Zemeckis y compañía prefieren el final aleccionador. En ese sentido, y ante la falta de audacia y el púritanismo de sus realizadores, probablemente nadie más podría haber salvado esta cinta como lo hace Denzel Washington.

 
 
 
 
  

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