VIOLINES EN EL CIELO

DIRECCIÓN: Yôjirô Takita
TÍTULO ORIGINAL: Okuribito (2008)
PAÍS: Japón
GUION: Kundo Koyama
FOTOGRAFIA: Takeshi Hamada
MÚSICA: Joe Hisaishi
DURACIÓN: 131 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Ganadora en 2009 del Oscar a la mejor película en lengua extranjera, Violines en el cielo es una pieza que no sólo se aproxima con humor y calidez a los aspectos más repelentes de la muerte. Su director, Yôjirô Takita, logra además secuencias sobrecogedoras que sin diálogos elaborados hablan bellamente del sentimiento de pérdida y conectan con la dolorosa experiencia personal del duelo.

Su protagonista, Daigo Kobayashi (Masahiro Motoki) es un joven chelista, integrante de una orquesta a la que su principal auspiciador ha decidido retirarle el apoyo económico, lo que lo hace tomar la decisión de irse de Tokio y empezar de nuevo, en su pueblo natal, acompañado por su esposa. Sorprendido por la buena paga que ofrece, Daigo acepta un trabajo en una agencia especializada en "partidas", lo cual —descubre después— significa limpiar, vestir y maquillar a personas fallecidas, antes de que éstas sean cremadas.

El relato amable y gracioso da, sin embargo, un salto cualitativo en su segundo tercio para hablar no sólo de la vida de una comunidad y los sencillos espacios que le dan identidad, sino que desarrolla de manera callada todo un discurso acerca de la dignidad que las personas merecen aun en el momento de su muerte. De ahí se desprende uno de los momentos más puramente cinematográficos de este año: una larga secuencia en la que el señor Sasaki (Tsutomu Yamazaki), jefe de Daigo, limpia, viste y maquilla, a la vista de su esposo e hija, el cuerpo de una joven mujer, sin mostrar un solo centímetro de su desnudez, en una estampa de increíble delicadeza y profundo amor.

La sobriedad que la cinta muestra, choca sin embargo con momentos prefabricados, que se valen de la música dulce de Joe Hisaishi para conmover de manera artificiosa, y que muestran al protagonista tocando el chelo en momentos de desbordado lirismo, en lugares improbables. El realizador no sólo se equivoca en esto; también lo hace al llevar el filme por encima de las dos horas de duración, permitiéndose que la emotividad que la cinta consigue en momentos deslumbrantes, caiga notablemente, y se vuelva predecible en su tramo final.

Formado como director de cintas soft porno, es probable que la película de Yôjirô Takita no parezca estar a la altura de trabajos más complejos como Vals con Bashir o La clase, a los cuales derrotó en la entrega de estatuillas de hace un año. Sin embargo, Violines en el cielo no es una pieza menor; exhibe sensibilidad y buena mano de su realizador, subraya la belleza que esconde un oficio que otros juzgarían repugnante y que consiste (poca cosa) en devolverle la dignidad a la gente.

 
 
 
 
  
       

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