Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Fábula moral sobre la fidelidad y la lealtad, Una sola noche (Las Night, 2010) resulta un afortunado primer ejercicio como directora de Massy Tadjedin, quien si bien logra provocar con su planteamiento acerca de las relaciones de pareja, también colabora en perpetuar ideas preconcebidas sobre hombres y mujeres.

El centro de su historia son Joanna (Keira Knightley) y Michael (Sam Worthington), una pareja joven de profesionistas enamorados uno del otro, pero para los cuales ha pasado la novedad del enamoramiento primero. El punto de conflicto llega con los celos de ella, quien durante una reunión descubre en su marido cierto interés por Laura (Eva Mendes), una compañera de oficina, con la que además piensa hacer un viaje de trabajo que lo obligará a pasar una noche fuera.

La duda logra meterse apenas en la cama matrimonial. El arranque de celos pierde importancia y la balanza se equilibra cuando, en ausencia de él, Joanna se encuentra casualmente a Alex (Guillaume Canet), un viejo amor al que al parecer no olvidó del todo. A la distancia, los personajes inician su propia batalla por mantener la congruencia, la integridad personal y no traicionarse mutuamente, aunque se mantienen siempre en zona de riesgo, jugando un juego peligroso.

El resultado de esa noche separados es en realidad irrelevante; la directora tiene en las capacidades actorales de su elenco su gran baza, pues son los conflictos internos y las indefiniciones que hay en cada diálogo los que van creando la interrogante acerca del desenlace.

Al final, Massy Tadjedin cede al lugar común como gran premisa de su historia; es decir, que las mujeres sólo pueden ser infieles por razones del corazón, mientras que en el caso de los hombres ésta es resultado de meros impulsos físicos. Lo interesante en todo caso es la reflexión que queda sobre el real peso del sexo sin amor y el buen sabor que queda tras esa última escena en la que uno zapatos dejados en el piso pueden significarlo todo.