TRANSFORMERS

DIRECCIÓN: Michael Bay
TÍTULO ORIGINAL: Transformers (2007)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Roberto Orci, Alex Kurtzman; basado en la serie televisiva y la línea de juguetes de Hasbro
FOTOGRAFÍA: Mitchell Amundsen
MÚSICA: Steve Jablonsky
DURACIÓN: 144 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Michael Bay es Pearl Harbor, Armageddon, La isla, Bad Boys... Y Transformers no es otra cosa que Bay no haya hecho antes: un estéril y ruidoso espectáculo que disfraza guiones pobres, personajes de emociones artificiales e inexistentes en la vida real.

Otra vez, estamos ante un trabajo impresionante en el terreno de los efectos especiales y el uso de la creación digital. Pero el asombro mayor viene de descubrir el gasto de 150 millones de dólares en un filme tan poco interesante, tan predecible, tan indeciblemente pueril y tan poblado de situaciones ridículas que sólo pueden festinar los adolescentes que sólo entran a importunar a los demás a las salas de cine.

Además de una serie de dibujos animados de la segunda mitad de los años ochenta, los Transformers llegaron a ser juguetes que los niños codiciaban e involucraban en fantasías de juego seguramente más interesantes que el guión de esta cinta.

Después de una guerra de enormes proporciones que ha terminado por destruir su mundo, dos razas de robots, los Autobots y los Decepticons han terminado por traer su batalla fratricida a la Tierra, en busca de recuperar un extraño cubo que, de caer en las manos de los segundos, les permitiría tener el poder absoluto sobre el planeta y uno supone que sojuzgar al universo.

Para los guionistas, lo siguiente es depositar el futuro de la humanidad en Sam Witwicky (Shia LaBeouf), un impopular y un tanto inadaptado adolescente que vende cosas aparentemente inútiles por eBay, pero que son capaces de modificar el rumbo de una guerra.

Al mismo tiempo que uno puede adivinar un inevitable combate a muerte entre estos autómatas, capaces de mutar en gigantes animales, tráilers, aviones y otros vehículos, los guionistas parecen haber visto en ella una veta inagotable de humor, elaborando secuencias dignas de una comedieta juvenil en cuyo diccionario es imposible encontrar términos como imaginativo o escasamente exigente.

Durante casi dos horas y media uno no puede mantenerse sino en el filo de la butaca, preguntándose si al final de la historia Sam podrá superar sus miedos y arriesgar todo en un acto heroico que lo haga salir del anonimato y le gane la admiración y el amor de la arrebatadora Mikaela (Megan Fox).

El caso es que mientras uno espera respuesta a tan inquietante interrogante, se vuelve una obligación presenciar pesadas secuencias en las que los responsables de la seguridad nacional intentan obtener respuestas de un grupo de gordos con computadora y expertas en sistemas que deberían estar en una pasarela y no en un búnker hediondo. Por si fuera poco, hay que escuchar explicaciones ininteligibles que intentan apantallar al respetable como si de veras tuvieran sentido.

Lo que hace tan mala Transformers, es su total ausencia de suspenso y las sucesivas escenas de acción y destrucción sin propósito, como una función de lucha libre de seis horas en la que a uno ya no le interesa quién gana o quién pierde, sino la hora en que todo acaba.

Decepcionante, de ninguna manera. Michael Bay carece por definición de esa idea personal de hacer cine que uno cree que tiene todo director, por lo que no se puede esperar nada que no sea pirotecnia. Cuando un robot creado digitalmente supera a los propios actores de carne y hueso que tienes en pantalla, algo anda mal contigo.

 
 
 
 

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