THOR: UN MUNDO OSCURO

DIRECCIÓN: Alan Taylor
TÍTULO ORIGINAL: Thor: The Dark World (2013)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Christopher Yost, Christopher Markus, Stephen McFeely
FOTOGRAFÍA: Kramer Morgenthau
MÚSICA: Brian Tyler
DURACIÓN: 112 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

El triunfo de los pixeles sobre las ideas. Thor: Un mundo oscuro se presenta como una historia aparentemente compleja, casi tan solemne como el Génesis bíblico, la cual nos habla del Aether, “una ancestral fuerza de destrucción infinita” custodiada por el malévolo Malekith (Christopher Eccleston) y sus elfos oscuros, quienes buscan —sin que uno sepa por qué y para qué— sumir todo en la oscuridad de antes del origen del universo.

El resto es fácil de anticipar, es decir, una larga aventura de cerca de dos horas de duración en la que Thor (Chris Hemsworth) combatirá a los ejércitos de Malekith hasta vencerlos. Lo interesante, en todo caso, son los elementos que el director Alan Taylor y sus guionistas ponen en el camino para aderezarla, además de la predecible secuencia post créditos.

Por un lado, retoman la interrumpida historia romántica entre el héroe y la astrofísica Jane Foster (Natalie Portman), a quien no ha visto en dos años. Por otro, recurren a Loki (Tom Hiddleston), el villano de otras historias que acá se convierte en improbable aliado, y de quien siempre se espera una traición.

Pero si algo marca una diferencia definitiva entre esta entrega y la cinta original de hace dos años, es el tono más lúdico y menos trágico que tiene Un mundo oscuro. Aunque aquí la muerte alcanza a algunos personajes, hay varias escenas de humor que rayan en la autoparodia, como aquella en la que, a falta de medios para volver a la batalla, se ve al héroe viajando penosamente en el Metro de Londres, o los reencuentros entre personajes que empiezan a bofetadas.

Asimismo, gracias a una de las premisas que se establecen al principio (la supuesta alineación de nueve mundos), la cinta ofrece sus secuencias más imaginativas, de modo que por varios minutos personajes y objetos comienzan a viajar caprichosamente a través de un pasadizo interdimensional, lo que hace que el poderoso martillo de Thor vague sin rumbo mientras el agobiado dios intenta salvarnos de la catástrofe.

Todo esto apenas logra añadir algún interés a una película que carece de emoción en términos generales y cuya historia central sufre por su nula originalidad y su entera dependencia de los efectos especiales. Igual que su antecesora, este nueva pieza del universo Marvel parece acomodarse como una historia de transición hasta el estreno de la segunda parte de The Avengers en 2015.

 
 
 
 
  

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