Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Ha terminado la Segunda Guerra Mundial y mientras en Europa se redefinen los mapas, Freddie Quell (Joaquin Phoenix) regresa a Estados Unidos con un síndrome posguerra, físicamente estragado, un guiñapo profundamente deprimido que se anestesia abusando del alcohol o de cualquier cosa fermentada o destilada lo suficiente para que su consumo se considere peligroso.
El hombre ha alcanzado tal degradación que es perfecto para convertirse en experimento de Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman) líder de un grupo religioso pseudocientífico que mezcla técnicas de intervención psicológica, con creencias esotéricas de vidas pasadas que supuestamente ayudan a hallar la libertad espiritual o ampliar el estado de conciencia espiritual del individuo.
Este personaje, que ha logrado hacerse de un grupo de seguidores bajo un credo al que llaman La Causa está construido a partir de las características del fundador de la Cienciología, L. Ron Hubbard, quien debido a sus problemas legales y terrible reputación pasaba gran tiempo de su vida en altamar.
De hecho, buena parte de las secuencias entre los protagonistas suceden durante sesiones similares a lo que en Cienciología es conocido como “auditación”, es decir, un interrogatorio en el cual se reitera la misma pregunta una y otra vez a fin de que la persona revele miedos, secretos y pecados.
Como descarnada crítica al sujeto que va creando sobre la marcha las bases de una iglesia y que necesita de incondicionales o discapacitados emocionales para llenarla, The Master es suficientemente clara para causar agitación entre los seguidores de la L. Ron Hubbard y su mitomanía. Sin embargo, más que una pieza sólida, Paul Thomas Anderson elabora una asociación de pasajes que no termina de funcionar del todo, además de que algunos resultan por completo intrascendentes para efectos de lo que intenta plantearse.
Al final, Philip Seymour Hoffman como maestro y Joaquin Phoenix como seguidor comparten un particular patetismo. Es triste ver a Freddie Quell repartiendo volantes, invitando a la gente a liberarse de sus traumas del pasado y tomar las riendas de su vida, cosa que este culto de charlatanes no logra hacer con él, pues no tienen nada qué ofrecerle a la gente que de verdad necesita ayuda y que no sean simplemente experiencias pseudoespirituales.
|