Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

El héroe, la máquina de guerra, el soldado cuyo traje y escudo lleva los colores y simbología de Estados Unidos, ha tenido demasiado tiempo, fuera de combate, para pensar en la libertad y los derechos civiles, así que al volver a la acción le resulta imposible no darse cuenta de que SHIELD, la agencia de seguridad mundial con la cual colabora, continúa escalando su capacidad de fuego y asumiendo facultades que le hacen acopiar un poder casi sin límites.

Los guionistas de Capitán América y el Soldado de Invierno le han dado dudas a su protagonista, colocándolo en la posición de cualquier ciudadano que encuentra moralmente reprobable el espionaje masivo e indiscriminado realizado por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en contra de miles de personas bajo el pretexto de la seguridad nacional.

Pero el subtexto que pareciera sugerir que los ciudadanos tienen al enemigo en casa, va diluyéndose en la medida que los villanos actúan revelando su real filiación o bien se descubre que en la conspiración contra el mundo libre hay balas de fabricación soviética. Así, el ligero thriller de intriga política, con todo y Robert Redford al frente, da paso a un poderoso espectáculo visual, pero sin ninguna sorpresa.

Si en la primera cinta se asume que el Capitán América nace como panfleto viviente para convencer a Estados Unidos de la guerra contra Hitler, la película de Anthony y Joe Russo se asume con orgullo como una entretenida pieza de product placement en la forma de un descarado comercial de Chevrolet , mientras Chris Evans, esforzado  y creíble en su papel de héroe sin superpoderes hace una demostración de parkour y combate a un misterioso villano que no logra inyectar mayor tensión a la trama.

Ahí están posiblemente las virtudes de este nuevo filme; sus mejores secuencias de acción son más resultado de precisas coreografías de combates cuerpo a cuerpo, que despliegues apabullantes de efectos especiales los cuales, como sucede en cada producción de Marvel, aparecen inevitablemente en el último rollo para echar todo a perder. La dupla de directores incluso logra que Scarlett Johansson en su papel de Black Widow se vuelva una pareja-camarada inmejorable del solemne Capitán América, pero descuidan detalles que le restan verosimilitud a todo lo demás.

Ni la estela de destrucción dejada en las calles tras largas persecuciones ni los combates aéreos con naves del tamaño de un portaviones precipitándose a tierra parecen tener impacto en la vida de la población civil, que en teoría es a la que se intenta proteger. Es por eso que la cinta, pese a ubicarse por encima de su predecesora, no es más que una pequeña guerra que se libra en un mundo aparte, ajeno a este, donde no hay tragedias ni bajas humanas.