RED SOCIAL

DIRECCIÓN: David Fincher
TÍTULO ORIGINAL: The Social Network (2010)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Aaron Sorkin; basado en el libro The Accidental Billionaires, de Ben Mezrich
FOTOGRAFÍA: Jeff Cronenweth
MÚSICA: Trent Reznor, Atticus Ross
DURACIÓN: 120 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Cuando aún no ha transcurrido siquiera la primera mitad de Animales nocturnos, su protagonista, Susan Morrow (Amy Adams) camina por los pasillos de la galería de arte moderno de la cual es propietaria y se encuentra con un cuadro en gran formato que no recuerda haber adquirido, pero en el que una palabra ocupa todo el lienzo: “venganza”.

Hija privilegiada de una elite californiana habituada a la pose y la impostura en público, esta mujer representa una vida exitosa al lado de un marido que no la ama, un fracasado que sin embargo hace bien su papel de galán de película. Los años le han quitado la alegría, la espontaneidad, pero conserva un rasgo de su juventud: apenas duerme por las noches y a veces parece no hacerlo en lo absoluto.

Este detalle de su personalidad es revelado cuando la historia vuelve veinte años atrás, para mostrar aspectos de su breve matrimonio con Edward (Jake Gyllenhaal), un aspirante a escritor, en cuyo talento ella misma no creía mucho y al cual abandonó. No obstante, después de mucho tiempo anestesiada, paseando por la vida como un fantasma, las emociones de Susan parecen revivir cuando recibe un paquete con la primera novela de él y dos sorpresas: el titulo de Animales nocturnos —expresión que él solía usar para describirla— y una dedicatoria en la primera página.

Dos décadas después de haberse separado, el manuscrito parece una deferencia a quien parece haber sido su más dura pero también su mejor crítica; la sorpresa es mayor cuando ella descubre que dentro hay una historia violenta y triste que la deja conmocionada. A partir de ese punto, el director Tom Ford recrea la novela, desatando una segunda historia que descubrimos mientras Susan se adentra en ella.

La ficción no podría ser más brutal, desprovista de imposturas y llena de tensión. En ella, su protagonista (también interpretado por Gyllenhaal) es acosado por un grupo de miserables mientras maneja de noche en una solitaria carretera de Texas con su esposa y su hija.

La tensión se eleva en la medida que la indefensión de este hombre que no se atreve a una confrontación desigual parece mostrar la enormidad del mal sobre el débil. Cada minuto —o quizá sea mejor hablar cada página de la novela— revela el deseo arrasador de destruir de los hombres que carecen de piedad, que ni siquiera paracen tener una genuina motivación para atacar a otros. Es por eso que cada secuencia termina en una suerte de estremecimiento.

Aquel cuadro en la galería de Susan encierra todo el significado de estas dos historias que se alternan. Por encima de la crueldad, el eje de de Animales nocturnos, la novela de Edward es la venganza. Y nadie sala indemne de ese ejercicio, ni siquiera Susan.

 
 
 
 
  

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