Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Eliezer Shkolnik (Schlomo Bar-Aba) es un filólogo que ha dedicado la mitad de su vida a estudiar el Talmud; un hombre inteligente tanto como despectivo y hostil con el mundo, a quien la vida o la suerte le ha jugado una mala broma al permitirle a otro académico encontrar una pieza histórica, unica a la cual él dedicó 30 años de estudios y búsqueda.

Aislado de la comunidad académica, resentido con la falta de reconocimiento a su labor, el profesor Shkolnik tiene, sin embargo, otro motivo de amargura. Su hijo Uriel (Lior Ashkenazi) es también un experto en estudios talmúdicos, que no sólo ha ido cosechando premios por su perspectiva acerca de la cultura judía, sino que se ha labrado un prestigio que le ha ganado ser un invitado constante a dar cátedra a universidades y, lo más importante, la designación como miembro de la Academia de Ciencias de Israel.

La cinta de Joseph Cedar muestra, pues, el choque silencioso y el distanciamiento afectivo entre padre e hijo, debido a sus diferencias en la perspectiva del estudio de la tradición oral de la ley hebraica, pero más aún, al asumirse como adversarios en el mezquino mundo de la investigación académica. Al final del día, el más joven de ellos es un escritor de best sellers, conocido conferencista y hombre apreciado por sus colegas, mientras que el mayor logro del segundo se limita a haber sido citado por una eminencia en un pie de página.

La mayor ironía en la cinta es que mientras el Talmud ofrece orientación acerca de cómo forjar una personalidad generosa y bondadosa ante Dios, ambos personajes se ven continuamente arrastrados a ceder a las pulsiones de su naturaleza humana, y a comportarse (palabras de San Pablo) como necios, sin afecto natural, implacables, sin misericordia.

Un ingenioso giro en el guion introduce un punto de quiebre definitorio en la historia. Cedar pone a sus protagonistas frente a una situación que pone a prueba su compromiso con la verdad, lo mismo que la lealtad a la familia, en oposición a sus personales deseos de fama y de revancha.

Así, sin tremendismo alguno, con gran sentido del humor y un casting preciso (particularmente en el caso de Schlomo Bar-Aba), este filme trae a cuenta lo que podría ser una peculiar anécdota en la historia de un importante premio y una sátira de los usos y costumbres del mundo académico, aunque en los detalles revela un descorazonador relato de ruptura.