EL PELEADOR

DIRECCIÓN: David O. Russell
TÍTULO ORIGINAL: The Fighter (2010)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Scott Silver, Paul Tamasy, Eric Johnson
FOTOGRAFÍA: Hoyte Van Hoytema
MÚSICA: Michael Brook
DURACIÓN: 115 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

El cine y el box tienen una relación maravillosa entre sí. Sin importar lo derivativo que pueda resultar cada filme, en casi todos hay una historia sobre un hombre tesonero que sobrevive a la sordidez que lo rodea y a quien le es concedido, al menos por una noche, el don de sorprender a una multitud que lo cree derrotado e inspirar con su esfuerzo a toda una comunidad a la que sobrecoge con una victoria lograda con todo en contra. Es, pues, la épica de los hombres sencillos que se imponen a su miserable origen y a sus propias limitaciones.

Dicky Eklund (Christian Bale) fue una de esas leyendas locales del boxeo de Massachusetts, cuyo mayor momento de gloria llegó cuando en el noveno round de una pelea —que de todos modos perdió— logró derribar a Sugar Ray Leonard. A partir de ese punto, su vida fue un descenso continuo que lo hizo engancharse al crack y que más tarde lo llevó a prisión.

El peleador, quinto largometraje del neoyorkino David O. Russell, se ocupa durante largos minutos del fenómeno de Eklund (extraordinario Christian Bale), considerado el "orgullo de Lowell" no obstante haber llegado al fin de una carrera mediocre y haber perdido contacto con la realidad por el abuso de drogas. El personaje juega, sin embargo, un papel mucho más determinante en la vida de otros, como vergüenza de una familia y lastre de la carrera de su propio medio hermano menor, Micky Ward (Mark Wahlberg), quien a pesar de ser mejor boxeador, vivía a la sombra de sus glorias pasadas.

Pese a su notable trabajo de fotografía, que recrea visualmente las funciones boxísticas televisadas en los tardíos años noventa, y la eficaz coreografía de los combates, El pelador tiene sus mejores momentos debajo del cuadrilátero, cuando Ward tiene que enfrentarse a una familia asfixiante que no le permite crecer y a una madre controladora y chantajista (Melissa Leo en gran papel) que además se arroga el papel de manager, segura de saber qué es lo mejor para sus hijos.

Con todo y sus trampas sentimentales, la cinta de David O. Russell exhibe una irreprochable dirección de actores que se traduce en personajes bien perfilados, unos repelentes por su falta de clase y otros sorprendentes por su determinación. El final —no podría ser de otra forma— es como el mismo Ward, que recibía castigo y sólo explotaba en los minutos finales con una ráfaga de contundentes golpes que noqueaban a su rival y hacían al público levantarse.

 
 
 

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