PEARL HARBOR

DIRECCIÓN: Michael Bay
TÍTULO ORIGINAL: Pearl Harbor (2001)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Randall Wallace
FOTOGRAFÍA: John Schwartzman
MÚSICA: Hans Zimmer
DURACIÓN: 183 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Los tráilers eran prometedores antes de su estreno: un descomunal escuadrón de aviones japoneses sobrevolando la bahía de Pearl Harbor como prólogo del ataque que marcó la entrada de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial, mientras se escucha como fondo el audio original del histórico discurso del presidente Franklin D. Roosevelt.

“Diciembre 7 de 1941, un día que vivirá en la infamia, Estados Unidos de América fue repentina y deliberadamente atacado por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón...”

Sin embargo, debimos adivinarlo. Pearl Harbor sólo dejaría huella por su enorme fracaso y su incapacidad para cubrir las expectativas del público, lo que ocasionó la salida inmediata de Peter Schneider como jefe de los estudios Disney, empresa a la que el chistecito le costó 135 millones de dólares.

Y es que para decirlo sutilmente, la cinta es una verdadera estafa.

Si bien podía esperarse una reconstrucción histórica algo maniquea de cómo la aviación japonesa atacó por sorpresa la flota estadounidense en el Pacífico, los productores fueron más allá, abusando de la buena fe de los espectadores, y usando el acontecimiento histórico como mera fachada de una historia romántica sumamente gastada, y protagonizada por Rafe y Danny (Ben Affleck y Josh Hartnett), dos pilotos soñadores y osados, amigos desde la niñez, que se enamoran de la misma mujer: Evelyn, una dedicada enfermera encarnada por Kate Beckinsale, que desatará una rivalidad entre ambos amigos, que necesariamente tendrá que desaparecer la mañana del 7 de diciembre.

Históricamente sabemos que esa mañana hubo algo más de dos mil muertes, entre militares y civiles, en el ataque japonés; sin embargo, Rafe y Danny no sólo no están entre ellos, sino que logran —con un pequeñísimo grupo de pilotos— despegar y ocasionar numerosas bajas entre los agresores.

Evelyn, la heroína de la historia, no es una enfermera más; de hecho encabeza la atención a cientos de heridos, despojándose incluso de sus medias para improvisar torniquetes para quienes están desangrándose...

La secuencia del ataque no es para nada despreciable; resulta evidente que el mayor presupuesto del filme fue empleado en crear las escenas de combate y hacer creíble la devastación que dejaría el bombardeo. No obstante, ésta vuelve a ser la reiteración de que los efectos visuales no sacan del hoyo una pésima película, cuyo colofón lo pone la lapidaria frase del almirante Yamamoto: “Me temo que hemos despertado a un gigante dormido”.

Empero, las cosas no terminan ahí, ya que el gobierno de Estados Unidos decide lanzar un ataque suicida sobre Tokio cuya peculiaridad radica en que no hay posibilidad de regreso, dada la distancia y la capacidad de combustible de los bombarderos. No cuesta mucho trabajo adivinar quiénes son los primeros voluntarios...

El final es tan predecible y básico como todo lo ya narrado, de modo que al final le queda a uno la sensación de haber visto un Titanic de más de tres horas envuelto en un tramposo ropaje épico.

No obstante, debimos imaginarlo. Michael Bay y Jerry Bruckheimer, director y productor de Pearl Harbor, respectivamente, eran los mismos de Armageddon, otra cinta exhibida tres años antes cuyo tráiler era lo único que valía la pena.

 
 
 
 

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