Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Para quienes aprecian en general el trabajo de Jackie Chan y sus películas de artes marciales, siempre salpicadas de humor, lo más valioso de su filmografía se encuentra en Hong Kong. No es raro, pues que los buenos comentarios en torno a la serie de cintas que el actor ha filmado en Hollywood desde Una pareja explosiva (1998) hayan ido a la baja.

La explicación en realidad es simple: tanto Shangai Kid y Una pareja explosiva, con sus respectivas secuelas, como El smoking y El poder del Talismán, han recurrido a la misma fórmula de la pareja dispareja en la que se trata de explotar el potencial cómico de las diferencias entre el artemarcialista y sus co protagónicos (entre los cuales, creo, Owen Wilson se ha llevado la mejor parte).

La historia viene a ser más bien irrelevante, porque todo el interés se centra en el estupendo slapstick que Jackie Chan ha perfeccionado con los años y su difícil interacción con los otros, lo que viene aparejado de cualquier cantidad de inofensivos comentarios racistas y de situaciones casi siempre risibles salidas de su incapacidad para hablar bien en inglés.

De nueva cuenta bajo la dirección de Brett Ratner, en Una pareja explosiva 3, Jackie Chan interpreta al inspector Lee, quien esta vez se encuentra a cargo de la seguridad del embajador chino Han. Éste tiene en sus manos la clave para revelar la identidad de los miembros de las peligrosas triadas chinas, pero termina siendo el blanco de un atentado. Tras jurar encontrar a los responsables del ataque, Lee se reencuentra con el detective James Carter (Chris Tucker), del Departamento de Policía de Los Ángeles, con quien irá a París en busca de mantener a buen resguardo el secreto.

El desarrollo no es muy diferente de lo que ya hemos visto antes, sólo que en esta tercera parte, la acción se encuentra mucho más subordinada al humor y la acción se muda casi por completo a la capital francesa.

Lo mejor siguen siendo las rutinas, los diálogos y la combinación de Chan y Tucker en las escenas de acción. Con 53 años de edad, el actor asiático sigue siendo dueño de una habilidad poco usual que aún le da para improvisar en el uso de objetos comunes como potenciales armas y realizar complicadas acrobacias, sin contar su envidiable equilibrio. Sin embargo, repito, es probable que muchos ya no encuentren tan meritorias las secuencias de combate tan precisamente coreografiadas, sobre todo por los excesivos controles de seguridad impuestos por los estudios hollywoodenses a un hombre que nunca ha usado dobles y que en el pasado no temía en sufrir alguna lesión como parte de su complicado trabajo.