PARADAS CONTINUAS

DIRECCIÓN: Gustavo Loza
TÍTULO ORIGINAL: Paradas continuas (2009)
PAÍS: México
GUION: Juan Meyer, Gustavo Loza
FOTOGRAFÍA: Federico Bonasso
MÚSICA: Jerónimo Denti
DURACIÓN: 110 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Paradas continuas es una de las pocas cintas mexicanas que pueden plantarse sin miedos ante productos hollywoodenses de similar temática y ganar en cada rubro. La película de Gustavo Loza no sólo no tiene que ser escatológica y procaz para parecer divertida, ni confundir escenas de slapstick bochornoso con genuina comedia, sino que sus personajes son infinitamente más simpáticos y creíbles.

Partiendo de la gastada premisa de los adolescentes ansiosos de empezar su vida sexual, entre ellos la clásica pareja en la que ella no está aún segura, la historia nos presenta a Perico y Emilio (Ramón Valdés y Luis Arrieta), dos amigos de preparatoria que sin ningún lugar a donde llevar a sus novias, deciden usar la camioneta del papá de Perico para sus encuentros amorosos.

Luego de una clase de principios económicos en la que el profesor asegura que hoy en día quien encuentra un nicho de mercado, se vuelve millonario, ambos deciden convertirse en pequeños empresarios, rentar el vehículo como hotel de paso y obtener ganancias económicas considerables a partir de convertirse en una suerte de proveedores de servicios a sus compañeros de escuela.

Por qué la película de Gustavo Loza resulta diferente de otras películas del género, se explica entre otras cosas por su enfoque abierto acerca del sexo entre jóvenes, sin discursos moralinos de ningún tipo, sin una enseñanza de vida que deba ser aprendida al final y, lo más importante, sin convertir la virginidad en un valor que define a las personas o que las ubica en un estrato diferente.

La película tiene la gran cualidad de no tomarse en serio, de mantener su tono desmadroso y antisolemne hasta el final. La historia está llena de adultos, pero ninguno se siente obligado a darle a los jóvenes un sermón sobre el amor y la responsabilidad, no hay amas de casa rebuscando los cajones de sus hijos o haciendo un escándalo por el hallazgo de un condón entre sus cosas. La historia en general tiene un gran respeto por los muchachos; no los trata como impedidos a los que haya que inculcarles una agenda de valores aceptables ni sataniza sus decisiones, condenándolos a finales maniqueos para ejemplificar, en un afán didactista, comportamientos inaceptables.

Loza ha conseguido en Paradas continuas una película bien realizada, entretenida, sin esas telarañas de melodrama televisivo de los ochenta en lo que se refiere al sexo, y con un par de sorpresas sumamente agradables a nivel de guion que asoman en distintos momentos.

 
 
 
 
  

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