Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Repasemos la misma historia de nuevo, pero usemos para ello a nuevos personajes. Benjamín Marris (David Duchovny) y Hannah (Lily Taylor) son una pareja con una hija adolescente, llamada Samantha (Olivia Thirlby), un poco demasiado odiosa y hostil, sobre todo con su madre.

Durante un pequeño viaje en auto, ambas sufren un accidente, pero en la sala de emergencias sólo es posible salvar a la joven, quien al despertar, no sólo dice ser Hannah, sino que parece compartir genuinamente todos sus recuerdos y sentimientos.

En realidad, no resulta nada complicado encontrar referencias a esto en producciones estadounidenses; sin embargo, en Nuestro secreto puede advertirse de inmediato un tratamiento menos obvio y menos apegado a las fórmulas conocidas.

El planteamiento inicial puede llegar a ser verdaderamente irritante; el director Vincent Perez insiste en esas horrendas y largas escenas en que se nos recuerda una, otra y otra vez que la pareja protagónica es increíblemente feliz y que no hay otros en el mundo que se puedan amar más. A eso hay que agregarle el nefasto personaje de la adolescente inadaptada y un grupo de subnormales que juegan el papel de sus amigos.

Afortunadamente, la historia evoluciona hasta convertirse en un filme con elementos dramáticos muy atractivos. La joven Olivia Thirlby realmente se posesiona del personaje de la esposa; lo hace a un grado inquietante, porque si bien al principio sólo parece afectada por un evento traumático que la hace comportarse como una mujer con obligaciones de adulta, más adelante la idea de acercarse a su padre con intereses amorosos y sexuales puede ser algo perturbadora.

Es justo decir que el guion logra trascender esa idea erótica de la mujer de 35 años en un cuerpo de 16 —el sueño húmedo de todo hombre dice ella—, para plantear otros tópicos igualmente interesantes, como el volver a enfrentarse a los sentimientos contradictorios que sufre un adolescente bombardeado por sus hormonas, los amigos y las drogas.

La esposa y madre, que en su momento abandonó su carrera para hacer una familia, tiene ante sí la oportunidad de volver a intentarlo con un cuerpo prestado, mientras que el hombre se ve a la deriva, sin poder retomar su vida matrimonial con quien ante los ojos de los demás es su hija.

Desgraciadamente, una cinta que aspira al consumo masivo, por definición no toma riesgos, de modo que ni siquiera puede aplicarse el adjetivo de decepcionante al desenlace con el que nos encontramos. Nuestro secreto funciona maravillosamente mientras nos promete ir más lejos y acercarse a la transgresión.

Su error es arriesgar, rozar el tabú y retirarse a los terrenos de lo aceptable, que propiamente dicho son los mismos donde se ubican las cintas que no trascienden. Digámoslo así: nos quedamos con las ganas de ver un poco más.