NORTEADO

DIRECCIÓN: Rigoberto Perezcano
TÍTULO ORIGINAL: Norteado (2009)
PAÍS: México, España
GUION: Édgar San Juan, Rigoberto Perezcano
FOTOGRAFÍA: Alejandro Cantú
MÚSICA: Debussy, Cornelio Reyna, Julio Preciado, Los Relámpagos del Norte
DURACIÓN: 95 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Del melodrama manipulador al drama tremendista, el tema de la migración suele ser abordado como si para la gente no existiera toda una vida antes y después de pasar por la frontera. Quizá por eso, Norteado, la multipremiada ópera prima de Rigoberto Perezcano, permite salir de la sala de cine esperanzado en que hay una tercera vía que apuesta al humor de las contradicciones cotidianas, más que insistir en el discurso social sobre miseria y falta de oportunidades.

Andrés (Harold Torres) es un joven oaxaqueño, casado y con dos hijos pequeños, que se propone cruzar a Estados Unidos por Tijuana, pero tras un primer fracaso decide quedarse en esa ciudad fronteriza, en espera de hacer un segundo intento. Ahí conoce a Ela (Alicia Lagunas), la dueña de una miscelanea, y a su parca empleada Cata (Sonia Couoh), quienes le dan trabajo en la tienda y le extienden un plato diario de comida.

La cinta de Perezcano tarda en arrancar; durante cerca de 20 minutos la puesta en escena es indistinguible de otras que nos muestran a migrantes desfallecientes, mientras atraviesan el desierto en busca de alcanzar el sueño americano. Sin embargo, Norteado da un giro pequeño en su propuesta inicial y sin poner a un lado el tema central elige otros caminos narrativos.

Es a partir de ahí que el director permite conocer a los personajes, hablar de soledad e incluso plantear la solidaridad como algo que también se alimenta de la necesidad del contacto con los otros. Ninguno habla demasiado de sí, pero sabemos que Ela y Cata tienen marido, que ambos lograron pasar la frontera y que ninguno volvió. Andrés, por su parte, se vuelve una especie de compañero y escucha de ambas; su falta de recursos para ser galante lo lleva a hacerles el mismo agradecido regalo y a dedicarles la misma canción ("Yo se que al verme me muestras disgusto y mi presencia te produce enfado...").

No sólo eso. El último tramo de la película de Rigoberto Perezcano es inspirado; una secuencia tan llena de humor como de nostalgia, que no se permite el indigno final feliz, pero es capaz de hacer retener la respiración. Queda la impresión de que el título del filme es más que una obvia referencia al norte, al cruce fronterizo, y de que en realidad explica un estado del alma; esa absoluta sensación de estar perdido entre los afectos y la obligación de cumplir con un plan trazado, entre quedarte y encariñarte o largar y ver qué hay más allá.

 
 
 
 
       

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