NIÑAS MAL

DIRECCIÓN: Fernando Sariñana
TÍTULO ORIGINAL: Niñas mal (2007)
PAÍS: México
GUION: Issa López, Carolina Rivera
FOTOGRAFIA: Chava Cartas
MÚSICA: Alex Cuevas, Alex Sánchez de M.
DURACIÓN: 100 minutos

 
       

Héctor Campio López| @campiolopez

Fernando Sariñana se anota otro taquillazo con Niñas mal. Es un director que conoce bien a su público y además, sabe darle lo que necesita. Quienes se permiten reprocharle una a una sus producciones, jamás se detienen a mencionar que él es de los pocos directores que, al margen de la crítica, ha consolidado un estilo y creado una firma que hasta el momento nadie (ni Chava Cartas, que ha trabajado con él) ha conseguido calcar.

Niñas mal no es una cinta para intelectuales, ni una propuesta que asume riesgos innecesarios. Pero eso no significa que se trate de una mala película; por el contrario, le cumple a su público. Si se aduce que es una cinta llena de lugares comunes, de fórmulas comerciales; también se omite decir que es un relato bien estructurado, que sus personajes están bien delineados y que crea un mundo propio para que el relato se desenvuelva.

No es una película realista, nunca promete tal cosa. Por eso inspeccionarla como si se tratase de un espejo de la realidad, es un error de enfoque en la crítica. Error tan grave como la mentira. Niñas mal es siempre socarrona hacia el mundo de las clases acomodadas y lo hace parecer ridículo. Por lo que se ve, la guionista Carolina Rivera conoce ese mundillo muy bien.

En Niñas mal, cinco jóvenes (Martha Higareda, Camila Sodi, María Aura, Alejandra Adame y Ximena Sariñama ) protagonizan una comedia sobre la rebeldía adolescente. El peso de la historia recae en Adela —Marta Higareda sobreactuada, ni modo—, la hija de un senador que aspira a la candidatura por el gobierno de la ciudad. La vida de Adela es un desmadre y su padre la obliga a asistir a un curso para que aprenda modales. La película no reivindica a la rebeldía como una cualidad, sino que aconseja la prudencia y la tolerancia como valores necesarios para preservar el orden social.

Con un argumento sencillo, el director y su guionista aprovechan la sensualidad de sus protagonistas en varios semidesnudos y se las ingenian para tocar tangencialmente temas como la situación política, la homosexualidad, el matrimonio y el derecho a defender los proyectos personales de vida.

Sariñana no hace un cine para eruditos y es clarísimo que eso, por el momento, no le interesa. Menciona, eso sí, asuntos inevitables de su realidad, pero no busca dar respuestas filosóficas a nada. Hace bien, porque gracias a ello ha enfocado su talento y encontrado las claves para narrar historias sencillas sin esas petulancias que tanto afectan a directores mexicanos.

Por eso creo que la decisión de Columbia Pictures Producciones México es acertada al apostar por un cine mexicano que sabe enganchar a los públicos masivos, que invita al espectador a regresar a las salas, que no pretende engañar a nadie y, sobre todo, que es divertido. Por cierto, destaca la frescura de la actriz María Aura en su papel de boba y el de Blanca Guerra como Macarena Ribera, la institutriz de señoritas.

 
 
 
 
 
       

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