Héctor Campio López | @campiolopez

A sus 18 años de edad, la llegada al cine de la serie animada más exitosa de la televisión durante el siglo XX, es un acontecimiento dilatado. El programa ya no está en su mejor momento, sus secuencias humorísticas han perdido la espontaneidad de sus primeras temporadas y los temas recientes son, en ocasiones, forzados y excesivamente absurdos.

Los dos elementos que pueden llevar al público al cine para ver Los Simpson. La película son la expectativa y la nostalgia, porque quien ha seguido la serie semanalmente no pierde la esperanza de conocer algún detalle nuevo, o bien de presenciar algo que rompa los propios parámetros del programa, como lo hizo aquel especial del día de brujas en el que Homero entró en la tercera dimensión, gracias a la animación digital.

Es lógico que en 400 capítulos los creativos del programa hayan sobreexplotado a los cinco integrantes de la familia, también a sus mascotas. Pero en esa aventura fabulosa han creado una antología de momentos cómicos en la historia de la serie. Muchos de esos fueron recuperados y retrabajados para esta película: el pez de tres ojos, el desastre en el concierto de rock de una agrupación famosa, las situaciones violentas y sexuales, más las parodias de algunas películas.

Once escritores desarrollaron una historia que se inserta en la actual crisis ambiental mundial y la satiriza. El lago de Springfield alcanza niveles de contaminación alarmantes gracias a Homero y su nuevo cerdo-mascota. Este desastre activa a una agencia especial del gobierno, que decide encerrar la ciudad entera dentro de una cápsula de cristal gigante. Condenados como autores del daño, los Simpson escapan de la ciudad hacia Alaska. Ante la inminente destrucción de la ciudad por medio de una bomba, regresan a salvarla.

A pesar de extender de manera inusual el tiempo de duración de una historia —son 87 minutos de la película contra los 20 de un capítulo de televisión—, la trama mantiene el interés del público con secuencias emocionantes. Hay cuando menos tres momentos geniales que valen por toda la cinta: la travesía de Bart en patineta desde la casa de los Simpson hasta el Krusti Burguer, totalmente desnudo; el preludio erótico al estilo de Walt Disney entre Homero y Marge en el interior de una cabaña y el ascenso de Homero y Bart a la cúspide de la cápsula de cristal a bordo de una motocicleta.