LA LEYENDA DEL ZORRO

DIRECCIÓN: Martin Campbell
TÍTULO ORIGINAL: The legend of Zorro (2005)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Roberto Orci, Alex Kurtzman
FOTOGRAFÍA: Phil Meheux
MÚSICA: James Horner
DURACIÓN: 129 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Hace unos días leía a propósito del estreno de La leyenda del Zorro, que la idea a de ver a Batman cambiando pañales es aterradora. Es cierto. Esto viene a cuento porque La leyenda del Zorro se sitúa varios años después del final de la aventura de 1998. El heredero de la máscara, Alejandro de la Vega (Antonio Banderas) está casado con Elena (Catherine Zeta-Jones) y tienen un hijo de diez años, Joaquín (el mexicano Adrián Alonso).

A pesar de que Banderas continúa ataviándose con la máscara del Zorro para proteger a los vecinos pobres y oprimidos del territorio de California contra la avaricia de los señores feudales, esta vez el personaje se debate entre cumplir con su deber y llevar una vida normal como marido y padre. Por si fuera poco El territorio de California desea convertirse en el trigésimo primer estado de la unión, pero los miembros de una misteriosa secta medieval, están decididos a evitarlo.

Más que aterrador —para usar el adjetivo arriba mencionado—, comienza a volverse penoso que los grandes estudios insistan en alargar la vida de proyectos con cierta gracia hasta convertirlos en cosas horrendas que nadie disfruta. Nada más hay que echarle ojo a una buena base de datos cinematográfica para darse cuenta de la cantidad de versiones vomitivas que existen de La familia Monster o de Los Picapiedra, que incluyen la boda de sus hijos, el nacimiento de sus nietos o sus versiones infantiles.

El fracaso de La leyenda del Zorro radica, pues, en su absoluta incapacidad para explicar por qué una historia tan trivial merece ser llamada “leyenda”, y para convencernos de que se necesita una película de más de dos horas de duración para contar algo así.

Antonio Banderas es un tipazo, Catherine Zeta-Jones es de las dos o tres mujeres más bellas de Hollywood. Con ello, la película está lejos incluso de ocupar un lugar en los horarios triple A por televisión, sobre todo cuando muchas producciones estadounidenses con capítulos semanales han alcanzado un nivel que decenas de cintas no tienen.

Y no es que El Zorro se tome muy en serio; en realidad está rodada como una comedia de aventuras muy familiar, pero con detalles demasiado vistos para arrancar una risa —como el del caballo que fuma y bebe— o disparates a los que uno no sabe cómo reaccionar, ya que todos los malos tienen pistola, pero todos creen que es mejor agarrarse a espadazos con el héroe que darle un plomazo.

Si a eso le añadimos que el final es en extremo parecido al de Volver al futuro 3, con villanos estereotipados y situaciones en las que uno ya no se involucra como antes, resulta que la disyuntiva se zanja fácilmente, rentando Volver al futuro 3 o La marca del zorrillo, con Tin Tan.

A su tiempo, la televisión será una opción magnífica para ver esta cinta un domingo por la tarde; en tanto no aparezca programada no hay por qué apresurarse a verla.

 
 
 
       

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