KING KONG

DIRECCIÓN: Peter Jackson
TÍTULO ORIGINAL: King Kong (2005)
PAÍS: Estados Unidos, Nueva Zelanda
GUION: Fran Walsh, Philippa Boyens, Peter Jackson, basado en el guión original de Merian C. Cooper y Edgar Wallace
FOTOGRAFÍA: Andrew Lesnie
MÚSICA: James Newton Howard
DURACIÓN: 187 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Cuando se dio a conocer que Peter Jackson pretendía filmar una nueva versión de King Kong después de la trilogía de El Señor de los Anillos, aquello parecía un capricho. Difícilmente, el director neozelandés podría darle un nuevo cariz a la cinta de 1933, sobre todo porque el remake de 1976, con Jeff Bridges y Jessica Lange, no resultó ser gran cosa y porque la horrenda King Kong lives (John Guillermin, 1986), parecía haber puesto el último clavo al cajón de esta historia.

Por suerte para todos, King Kong no sólo una de las mejores cintas de todo 2005, sino que redefine en varios sentidos el clásico para las nuevas generaciones. Quizás lo más importante es que pese al delirio visual que representan las incontables escenas de acción, llenas de los seres más desagradables, la película está tocada por la belleza.

Muy cerca del original, en esta cinta Ann Darrow (Naomi Watts) es una actriz de vodevil que se queda sin trabajo durante la Gran Depresión y cuya suerte cambia cuando conoce a Carl Denham (Jack Black), un cineasta que logra convencer a todo un equipo de técnicos y actores de embarcarse en una expedición a una isla remota donde pretende rodar una cinta que lo catapultará. Allí, en medio de la selva, descubren un ser increíble, un gorila gigante que vive rodeado de otras criaturas prehistóricas. Sin embargo, Denham no puede ver aquello sino como una oportunidad de hacerse millonario, lo que al final acarreará un desastre para todos.

Por más conocida que sea la trama (¿habrá alguien que no la conozca?), aquí lo más relevante es el trabajo de Jackson y sus guionistas a la hora de hacer creíble este arrobamiento de la bestia por la hermosísima Ann Darrow, labor en la cual colabora enormemente el talento de Naomi Watts, cuyas secuencias al lado del gorila alcanzan una calidez y emotividad poco usual en la interacción de actores con seres casi totalmente creados por computadora (la secuencia de ambos mirando el atardecer o resbalando en el hielo de Central Park son una maravilla).

Quien no deja de ser una sorpresa es sin duda Jack Black —un comediante destacado aunque mediano como actor—, quien transita de ser un director obstinado y empeñoso a volverse un sujeto sin escrúpulos, quizás el único capaz de pelear un poco de pantalla a Watts, incluso sobre el muy mesurado Adrien Brody.

Peter Jackson le prometió a los Estudios Universal que su King Kong duraría una hora cuarenta minutos, es decir, lo mismo que la original. Pero a pesar de hacer múltiples cortes de edición, el director terminó con una cinta de tres horas. En honor a la verdad, la película comete ciertos excesos entre los que sobresale la obstinación por mantener a los personajes sometidos a situaciones límite.

No obstante, no parece sobrarle nada a la cinta. El juicio puede parecer excesivo, pero la versión de 2005 es mejor que la rodada hace 72 años y no sólo por los recursos visuales que hoy día están al alcance. La verdad es que en muchas de las escenas del filme de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack existe una total ausencia de emociones en los actores, mientras que en ésta la solidez del reparto es notable. La partitura escrita por James Newton Howard está a la altura del trabajo y no pasa inadvertida.

Afortunadamente, en la televisión restringida, hay canales que aún dan la oportunidad de ver el filme original. No hay que dejar pasar las oportunidades de ver las dos versiones. Para quienes aprecien los méritos de la primera, se encontrarán que la actual es un homenaje inmejorable.

 

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