KARATE KID

DIRECCIÓN: Harald Zwart
TÍTULO ORIGINAL: The Karate Kid (2010)
PAÍS: Estados Unidos, China
GUION: Christopher Murphey; basado en un argumento de Robert Mark Kamen
FOTOGRAFIA: Roger Pratt
MÚSICA: James Horner
DURACIÓN: 140 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

En la versión original de Karate Kid (1984), el joven Daniel LaRusso (Ralph Macchio) se veía obligado a mudarse de New Jersey a California y a sufrir la adaptación a un nuevo ambiente cargado de prepotencia clasista. Acosado por un grupo de estudiantes violentos, Daniel era ayudado por el encargado de mantenimiento de su edificio, el señor Miyagi (Pat Morita), de quien aprendía karate para enfrentarlos.

El remake de Harald Zward conserva las premisas de la cinta original, pero está dirigido a un público más amplio; recurre a un protagonista más joven y actualiza o modifica varios aspectos del guion para bien y para mal, porque al mismo tiempo que atenúa temáticas como el amor adolescente, llevándolas a un plano más inocente, sus escenas de acción y violencia resultan un tanto incompatibles con la edad de sus personajes.

Dre Parker (Jaden Smith), el protagonista, es un niño de apenas 12 años que tiene que mudarse de Detroit a China por un cambio de tabajo de su madre; sin embargo, su mayor problema no resulta ser la barrera del idioma o el entendible choque cultural, sino el bullying escolar del que es rescatado por el maestro sabio de esta historia, el señor Han (Jackie Chan), quien lo entrena en kung fu (no karate) al mismo tiempo que lo ayuda a mejorar su actitud y disciplina.

Pese a que durante algunos tramos la cinta llega a parecer un folleto de viajes sobre China, la historia se sostiene gracias a su tonalidad lúdica. Los actores hacen más que sólo reelaborar las escenas escritas hace 26 años y logran establecer su propia dinámica maestro-alumno. El director, sin embargo, deja fuera demasiado tiempo al resto del elenco y desarrolla pobremente toda la parte referente a los conflictos del muchacho que dan razón a su entrenamiento.

Es en su tramo final donde la película se precipita a sus peores momentos. Cada una de las secuencias del torneo de kung fu al que Dre entra para enfrentar y ganarse el respeto de sus acosadores, están filmadas con demasiado de todo, de modo que los combates lucen poco, pese a su espectacularidad, más bien producto de la ayuda de cables que de coreografías bien montadas.

Esta sobreproducción, la ausencia de pausas en toda la secuencia final, que debería caracterizarse por una mayor carga emocional y no por simple violencia, dejan la película sin ese espíritu que en su momento le valió a la original ser considerada por el American Film Institute como una de los filmes más inspiradores de la cinematografía vigente. Por lo demás, este nuevo Karate Kid resulta en una buena puesta al día de aquella de 1984, que cumple —y quizás esto sea lo más importante— con no traicionar un producto tan bien recordado.

 
 
 
 
  

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