JUEGO DE PODER

DIRECCIÓN: Mike Nichols
TÍTULO ORIGINAL: Charlie Wilson's War (2007)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Aaron Sorkin; basado en el libro de George Crile
FOTOGRAFÍA: Stephen Goldblatt
MÚSICA: James Newton Howard
DURACIÓN: 102 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

A partir de 2001, el cine norteamericano inició una nueva etapa mucho más crítica del papel que Estados Unidos ha jugado en la transformación del mundo y de los costos de sus decisiones. Sobre las incursiones en Medio Oriente, los trabajos que se han ocupado de narrar episodios y ponerle rostros humanos a la guerra, han tenido indefectiblemente que referirse al tema del terrorismo casi como punto de partida.

El capítulo de las Torres Gemelas ha redefinido en buena parte el pasado y el futuro de la Unión Americana y de Occidente; a partir de ese hecho varios eventos se han resignificado y han adquirido una renovada importancia.

Juego de poder (Charlie Wilson's War) podría ser una más de las historias sobre intriga y acciones encubiertas desarrolladas por el gobierno estadounidense durante la Guerra Fría, de no ser porque su conclusión en realidad marcó el inicio de lo que hoy vemos como el fin del sueño americano y de no ser porque la influencia de un hombre fue determinante para ello.

Esta cinta es la historia de Charlie Wilson (Tom Hanks), un congresista demócrata de Texas, un poco demasiado frívolo, pero con ciertas lealtades y convicciones políticas, que a inicios de los ochenta percibió lo poco que Estados Unidos estaba haciendo ante la invasión de la Unión Soviética a Afganistán.

Con la cooperación de la aristocracia de ultraderecha, principalmente su amiga Joanne Herring (Julia Roberts), y la asesoria del agente de la CIA Gust Avrakotos (Philip Seymour Hoffman), el político logró no sólo que los fondos destinados por el gobierno a las operaciones clandestinas en Afganistán pasaran de 5 millones a mil millones de dólares anuales, sino que logró acuerdos entre enemigos de la zona para dotar a los mujahidines de armas suficientes para expulsar a los soviéticos.

La cinta de Mike Nichols no sólo tiene la virtud de hacer una paráfrasis sumamente eficaz del conflicto y de la participación de los personajes, sino que deja correr inumerables diálogos y datos sin perder en ello una notable dosis de humor negro que impide que el discurso se vuelva solemne y aleccionador.

Podría decirse acaso que el único elemento que parece no encajar en el cuadro es la fallida personificación de Joanne Herring en Julia Roberts, a quien se le impone el papel de femme fatale, pero sobrecaracterizada como para parecer algo genuino. Sin embargo, Nichols y su guionista, Aaron Sorkin, pecan además en el balance que hacen de su protagonista, dejándolo a salvo de responsabilidad por sus hechos, como si las circunstancias lo hubieran rebasado.

Hay que reconocerles, eso sin duda, la crítica contra los cristianos grupos de ultraderecha que lavan sus pecados con la sangre de Cristo al tiempo que aportan esfuerzos y recursos para apoyar guerras duraderas, así como el huevo de serpiente que ayudaron a incubar. El congresista Wilson y los suyos liberaron a Afganistán del comunismo, sin pensar en los meses y los días posteriores, dejando la reconstrucción y la reorganización del país a guerrillas islamistas entre las cuales se impondría un grupo fundamentalista hoy bien conocido como el talibán.

No obstante sus notables fallos y baches, Juego de poder resulta en una cinta disfrutable no sólo por su tono corrosivo, sino por el gozo evidente en un reparto que le aporta malicia al texto.

 
 
 
 
       

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