GUASÓN

DIRECCIÓN: Todd Phillips
TÍTULO ORIGINAL: Joker (2019)
PAÍS: Estados Unidos, Canadá
GUION: Todd Phillips, Scott Silver
FOTOGRAFÍA: GLawrence Sher
MÚSICA: Hildur Guðnadóttir
DURACIÓN: 122 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Hay una pregunta retórica que llega al final de Joker, como colofón de un extenuante descenso al infierno personal de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix, en la mejor actuación de su vida), un hombre atormentado por sus problemas mentales, su dolorosa soledad y la miseria económica a la que sobrevive gracias a la fantasía de que algún día será un comediante famoso y querido. ¿Qué obtienes cuando mezclas a un enfermo mental solitario con una sociedad que lo abandona y lo trata como basura?, dice el personaje antes de dispararnos a todos en el rostro y hacer un silencio total en la sala de cine.

El mayor mérito del actor no es sólo afrontar el enorme esfuerzo físico que cada escena exige o ponerle –como explica Peter Travers– un rostro terriblemente humano al sociópata del cómic, al ser que las novelas gráficas siempre han plasmado como un personaje cruel y vil. Es el dolor que transmite cada grito expresado como una carcajada y la empatía que es capaz de generar este desgraciado lo que interpela al espectador

El director Todd Phillips está lejos de pretender que su Joker vuelva a ese mundo maniqueo en el que los personajes encarnan valores eternos y absolutos, especialmente después de que la interpretación de Heath Ledger en El caballero de la noche planteaba llanamente que el mal que no puede explicarse y que hay hombres que sólo quieren ver arder el mundo.

En la Gotham City donde ocurre está historia (tan parecida a cualquier urbe en la que uno viva) no hay decencia, no hay virtud ni compasión por los demás, ni siquiera entre aquellos que todos consideran hombres de bien; la demencia de Arthur Fleck es apenas el resultado de los recortes presupuestales, del abandono a los pobres, del fracaso del sistema de salud pública y de la desesperación social ante la crisis.

Al mismo tiempo, todo rezuma violencia, indiferencia, humillación del otro hasta que la víctima es orillada a volverse victimario y la fragilidad se vuelve una furia tal que hace imposible no advertirla. Los locos son producto del suelo que pisan y he ahí la ironía porque el nacimiento definitivo del payaso asesino evidencia la podredumbre social de la sociedad en que vive, capaz de hacer héroe a alguien que no ha tomado su medicación.

Aunque al filme le sobre una última escena que aporta poco al resto, Joker es una obra incómoda, casi al punto de resultar repelente, lo que curiosamente la hace tan valiosa, excepto, claro, para la crítica arrogante de The New York Times que no puede concebir que desagrado deliberado sea una forma de coraje artístico.

 
 
 
 
 
       

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