Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Nada es lo que parece. Los ilusionistas es una película que avanza a toda velocidad, filmada con planos cortos que apenas permiten advertir los defectos de una historia más llena de trampas que de ingenio. Con no pocos destellos que recuerdan a Ocean's Eleven y sus secuelas, la trama sigue a cuatro magos, reunidos por una figura anónima que los convence de usar sus talentos para un impresionante show cuyo número principal son tres robos millonarios.

El antagónico de estos cuatro ilusionistas (Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Isla Fischer y Dave Franco) es un cazador de engaños interpretado por Morgan Freeman, cuyo trabajo es desenmascarar y mostrar los trucos empleados por los grandes magos en sus presentaciones. Junto a él, un agente del FBI (Mark Ruffalo) y una enviada de Interpol (Mélanie Laurent), quienes intentan resolver uno de los robos a un banco francés, completan el cuadro de personajes que quieren encontrar los mecanismos y los resortes ocultos tras el gran acto.

Sin embargo, la película no gana mayor altura ni llega a exhibir los momentos de auténtica magia narrativa que en su momento tuvieron El gran truco y El ilusionista. La sorpresa al final de aquéllas consistía en mostrar la arquitectura del engaño, los pasos de una lógica que había quedado oculta. En la película de Louis Leterrier uno de los personajes postula como primera regla de la magia ser más listo que los que te observan e ir siempre varios pasos adelante de ellos.

Desde los primeros minutos, en los que el director nos presenta a los personajes, hasta el fin del segundo acto, la cinta es un espectáculo que regala algunos de los minutos más entretenidos del verano. Pero su desenlace decepciona, no sólo porque toma el camino fácil del abuso de los efectos especiales por sobre un inteligente juego de apariencias, sino que además revela su truco final mucho antes de que éste se acerque, lo que pone al espectador dos pasos adelante en la última media hora.

La magia de Los ilusionistas no engaña a nadie. Pese a su envidiable grupo de actores (entre los que también aparecen Michael Caine y Mark Ruffalo), el filme termina ofreciendo menos de lo que pudo haber sido con un guion arriesgado que apostara menos por la forma. Al final, como la misma frase promocional lo indica, "nada es lo que parece". Aunque suficiente para una tarde de fin de semana, este trabajo merecía ser más que entretenimiento de rápida combustión.