HULK

DIRECCIÓN: Ang Lee
TÍTULO ORIGINAL: Hulk (2003)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: John Turman, Michael France, James Schamus
FOTOGRAFÍA: Frederick Elmes
MÚSICA: Danny Elfman
DURACIÓN: 138 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

La idea del hombre enfrentándose a la oscuridad que hay dentro de él, la caída de su máscara civilizada, la pérdida total de control sobre sus pensamientos y emociones y la salida de un monstruo lleno de furia, como el que Robert Louis Stevenson describía tan claramente en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, es una figura que continúa inquietándome.

De esa idea aparentemente simple, en combinación con algunos rasgos del Frankenstein que interpretó en los años treinta Boris Karloff, Marvel Comics creó su personaje de Hulk, aunque en un contexto de enfrentamiento, en medio de la escalada armamentista de los años sesenta entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

La influencia de la obra de Stevenson en la historia fue, sin embargo, más clara cuando se presentó en televisión una nueva versión del origen del gigante verde, en la que el actor Bill Bixby batallaba por mantener el autocontrol durante episodios de dolor y frustración que disparaban sus transformaciones. Esta adaptación sobre el monstruo estaba insertada, además, en una realidad diferente; el doctor Banner, si bien estaba incorporado a la cotidianidad de los pueblos y las ciudades, donde trabajaba para mantenerse mientras buscaba una cura a su problema, era un hombre genuinamente conflictuado por su problema.

Tres años después de la muerte de Bixby, Marvel y Universal Studios tomaron la decisión de llevar a Hulk a la pantalla grande y poner el proyecto en manos del director taiwanés Ang Lee. Su mayor reto era mostrar la magnitud del conflicto interno y la ira escondida del protagonista. La bestia tenía que ser resultado más de sus propios demonios que de una inexplicable transformación.

En esta adaptación, Bruce Banner (Eric Bana) es un investigador del campo de la genética con un pasado doloroso y sepultado en su subconsciente. Durante un incidente de laboratorio, Banner absorbe una dosis letal de rayos gamma que debía matarlo, pero de la cual parece salir intacto. No obstante, a partir de ese acontecimiento algo sucede; el hombre apacible y retraído comienza a sentir una presencia en su interior que golpea vívidamente a la puerta, buscando salir.

Mientras la cinta se mantiene en ese terreno de la lucha del hombre contra sí mismo y la difícil relación que mantiene con su ex novia, la también investigadora Betty Ross (Jennifer Connelly), la cinta funciona estupendamente bien. Paradójicamente, tras la explosión de furia que hace aparecer por primera vez a Hulk (la intensidad de la secuencia es de veras notable), el relato se sostiene casi en absoluto en los efectos especiales.

Lo imaginable y lo posible se convierten en algo inverosímil después de 45 minutos. La autenticidad de los conflictos y el ejercicio actoral (muy bueno por cierto) de Sam Elliott, Jennifer Connelly y Eric Bana son reemplazados con delirantes secuencias de acción que no conducen la película a ningún lado.

Ang Lee construye planos novedosos a través de cortes en pantalla que, pegados uno al lado de otro, aparentan ser la viñeta de un cómic; conduce con maestría escenas en las que Connelly se acerca al personaje de Ann Darrow en King Kong, mientras mira a la bestia con infinita compasión.

Por desgracia, el resto es apenas una película funcional, con muy poco de la carga emocional del inicio y con mucho material que no hace una verdadera diferencia. El detallado trabajo de Industrial Light & Magic para crear a Hulk tampoco es parejo; la definición de las capas de piel, el cabello, las venas, los músculos del hombre verde pueden llegar a ser una reproducción muy fiel de un ser vivo, pero al siguiente corte el realismo se pierde por completo. La cinta, pues, alcanza casi las dos horas y veinte minutos, sin embargo, Hulk termina a los 45 minutos. Un final sin gloria.

 
 
 
 

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