LA HUÉRFANA

DIRECCIÓN: Jaume Collet-Serra
TÍTULO ORIGINAL: Orphan (2009)
PAÍS: Estados Unidos, Canadá
GUION: David Leslie Johnson; basado en un argumento de Alex Mace
FOTOGRAFÍA: Jeff Cutter
MÚSICA: John Ottman
DURACIÓN: 123 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Nuestra sociedad se ha regido durante siglos por la insensatez; nuestra propensión a creer en estupideces y a repetirlas como si fueran verdad es el origen de que al veneno hoy le llamemos sabiduría popular. De ahí que la negación del mito de que los niños son seres esencialmente buenos e inocentes, escandalice tanto. Proponer que esas pequeñas criaturas pueden albergar genuino odio y ambición en sus corazones es provocador, por decir lo menos.

Películas del pasado reciente como El ángel malvado (Joseph Ruben, 1993) exploraron la idea no sólo del niño malvado, sino aun lo hicieron desde la perspectiva inquietante de los padres biológicos y su dilema ante un caso de psicopatía infantil. Salvo por sus desastrosos 25 minutos finales, La huérfana alcanza, por méritos de su protagonista, la pequeña Isabelle Fuhrman, momentos verdaderamente notables en cuanto a la tensión y el desconcierto que su actitud genera.

Ilógica y caprichosa en varios de sus planteamientos, la película nos muestra a John (Peter Sarsgaard) y Kate Coleman (Vera Farmiga), una pareja con dos hijos, y un tercer embarazo que resultó mal. El evento es particularmente traumático para ella, quien además tiene una historia de alcoholismo tras de sí, así que en lugar de enfocarse en su difícil hijo adolescente o volcar su amor sobre su pequeña hija sordomuda, deciden que lo mejor que pueden hacer es ir a un orfanato y adoptar a una niña de nueve años.

La pequeña Esther (Isabelle Fuhrman) resulta tener un pasado doloroso en Europa Oriental, y aunque con algunas excentricidades, en general es encantadora, vivaz, talentosa y muy sensible y madura para su edad. Sus cualidades, por supuesto, le permiten ser la perfecta manipuladora y hacer lucir como desequilibrados a quienes parecen adivinar o descubrir sus reales intenciones.

Con excepción de Peter Sarsgaard, quien película tras película interpreta el mismo personaje plano de actitud indolente, el resto del reparto cumple eficientemente su función; si bien no puede decirse que el guion crea situaciones propiamente creíbles o verosímiles, el trabajo resulta convincente y alcanza el tono deseado por el director, quien sorprende más cuando sólo amaga los sustos que cuando busca el impacto visual.

El giro final en la historia (no del todo inesperado, aunque sí sumamente torcido) busca mover a disgusto (quizás indignación) mediante una situación que raya en lo grotesco, aparentando atrevimiento, pero exhibiendo en el fondo ausencia de mejores ideas y dejando sembradas un cúmulo de inconsistencias que no resisten el menor análisis lógico: los listones que usa la pequeña Esther como parte de su atuendo, su repentino aspecto demacrado para enfatizar su maldad y, finalmente, la gran pregunta de por qué alguien que perdió a un nonato adopta una niña tan mayor, teniendo dos pendientes de educar en casa.

Jaume Collet-Serra parece dejar ir la oportunidad de un desenlace perturbador y optar por un final chafa, de fácil consumo que deje a salvo la inocencia infantil.

 

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