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HOSTAL: EL RINCÓN DE LAS TORTURAS

DIRECCIÓN: Eli Roth
TÍTULO ORIGINAL: Hostel (2005)
PAÍS: Estados Unidos, Alemania, República Checa, Eslovaquia, Islandia
GUION: Eli Roth
FOTOGRAFIA: Milan Chadima
MÚSICA: Nathan Barr
DURACIÓN: 97 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Con todo lo que pueda decirse acerca de Hostal: el rincón de las torturas, la cinta es sumamente irrelevante y no hace honor a la clasificación D que se le dio en nuestro país, misma que la convirtió en la primera película no porno con esa etiqueta.

Como director, es indudable que Eli Roth es un amante del cine gore y que se ha esforzado en encontrar una historia más o menos original, merecedora de un juicio diferente del que han encontrado decenas de trabajos del género, pero sus buenas intenciones fueron insuficientes, al menos esta vez.

Y es que su historia sólo se sostiene por la violencia visual, por el efecto inmediato de la sangre, los desnudos y las torturas, limitadas, ya que buena parte de las sesiones a las que asiste el espectador son apenas sugeridas.

La historia muestra a dos estadounidenses y un finlandés que realizan un viaje por Europa, al estilo de muchos graduados que van en busca de la droga y el sexo "fáciles" que ofrecen ciudades como Amsterdam. Ahí, alguien les habla del lugar perfecto para conocer mujeres dispuestas a todo: la ciudad eslovaca de Bratislava, donde no hace falta más que ver a las chicas que se hospedan en el hostal local para comprobar la versión. No obstante, el atractivo, según se descubre un poco después, es nada más que un anzuelo para ingenuos.

Si bien lo esperado es una avalancha de escenas violentas y repulsivas que incomoden y tensen al público, el relato de Roth pierde consistencia, pues el suspenso que debería de acompañarlo desaparece cuando el impacto visual se desvanece. De hecho, las sesiones de tortura no alcanzan a causar la aversión que sí ocasionan los cuartos vacíos en los que los rastros de sangre recién lavada sugieren más.

Fuera de lo predecible que resultan varios aspectos y lo gratuito que resultan escenas grotescas como la de Jay Hernandez cortándole a una muchacha oriental el ojo que cuelga de su cuenca, en realidad, lo mejor está en la última media hora, cuando se ve huir a estos dos personajes no sólo de sus verdugos, sino de las autoridades, siempre complacientes y siempre cómplices de los entretenimientos vergonzosos de los adinerados.

Para este momento, está de más decir que Hostal fue muy bien recibida en taquilla por el público de fin de semana, tan acostumbrado a otro tipo de cine. Vaya pues, me imagino perfectamente la reacción de las familias que llevaron a la abuelita —con todo y andadera— y que a los 40 minutos tuvieron que abandonar la sala a la mayor velocidad posible y con la abuela semiinfartada, después de ver la sesión sexual de la monumental Barbara Nedeljáková.

Por lo que hace a los más habituados, la huella de la película desaparece a los 20 minutos de terminada. Queda clara la simpatía de Eli Roth por el trabajo de Quentin Tarantino —quien funge como productor ejecutivo—; no obstante entender bien el concepto de hiperviolencia que ha hecho famoso a aquel, el realizador carece de esa sonrisa cínica que la mayoría de las veces parece estar tras el rojo de la sangre.

Hay que decir que en su momento, Tesis, la cinta filmada en 1996 por Alejandro Amenábar, tuvo un impacto mayor en el ánimo del auditorio, aun cuando su trama sugería —sin tener que mostrar nada— los elementos que conforman el oscuro mundo del cine snuff, en un relato lleno de tensión. Así se trate de un género diferente, pues se le podría ubicar más en el terreno del thriller, la cinta española es una muestra de que ante todo, una buena cinta requiere de un guion sólido.

 
 
 
       

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