HARRY POTTER Y EL CÁLIZ DE FUEGO

DIRECCIÓN: Mike Newell
TÍTULO ORIGINAL: Harry Potter and the Goblet of Fire (2005)
PAÍS: Reino Unido, Estados Unidos
GUION: Steve Kloves; basado en la novela de J.K. Rowling
FOTOGRAFÍA: Roger Pratt
MÚSICA: Patrick Doyle
DURACIÓN: 157 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

La cuarta entrega de Harry Potter saldrá avante de la crítica, no sólo porque en general la saga ha sido muy bien aceptada tanto por los lectores de las novelas de J.K. Rowling, como por el público ajeno, sino porque además Mike Newell y los directores que le antecedieron parecieran haber encontrado una fórmula que ha hecho que las cuatro cintas resulten muy parejas.

En realidad, ninguna de las valoraciones sobre el tema ha girado sobre la calidad del producto ni sobre si ésta resulta mejor historia que la anterior. Cuestión de opiniones, ahora la discusión radica en si Harry Potter se ha alejado de la infancia, basados no en la edad de sus personajes, sino en la evidente escalada de "dureza" en lo visual y en lo narrativo.

No creo que necesariamente se equivoquen quienes piensan que las historias han transitado a la búsqueda de un público mayor. El nivel dramático de la historia sí ha subido de tono. Además de que uno de los personajes muere —lo cual ya habla de un interés de explorar temas más sombríos—, la trama empieza a complicarse y a demandar del espectador referencias de las tres cintas anteriores.

Toda proporción guardada, con el filme de Mike Newell comienza a suceder lo que en su momento ha sucedido con otras cintas de franquicia. Es decir, que aunque Harry Potter y el cáliz de fuego pueda ser vista por sí sola, el contexto en el que se inserta es más amplio y sobre todo más complejo. Ahora bien, el hecho de que este episodio no parezca aislado de los otros tres anteriores quizás deba atribuirse al director, porque aunque una vez más recurra a todo un grupo de personajes nuevos para darle al público una buena baraja de posibles conspiradores, la película reposa en nuevos elementos.

Más de tres cuartas partes de la película se ocupan de un hecho de poca trascendencia: la entrada de Harry Potter al Torneo de los tres hechiceros, en el que Hogwarts se enfrenta a otras dos escuelas de magos.

Mientras Harry sufre de pesadillas que le hablan del futuro, lo que al final será la parte medular del relato, las escenas se ocupan de mostrar una nueva cara de los estudiantes con las torpezas de los primeros acercamientos amorosos, casi siempre fallidos, y correrías propias del desmadre irresponsable y adolescente en manos de los gemelos Fred y George Weasley.

La virtud de esta cuarta entrega de la saga está en descargar el peso de los actores de mayor trayectoria como Miranda Richardson, Robbie Coltrane y Alan Rickman —sin olvidar al fallecido Richard Harris, quien hacía al profesor Albus Dumbledore en las tres primeras partes— para ponerlo por entero en el reparto joven encabezado por Daniel Radcliffe, Rupert Grint y Emma Watson.

Hay grandes recursos en la producción, y se nota. Los efectos visuales son tan impresionantes como efectivos y el trabajo tanto en los escenarios como en el vestuario saltan a la vista. Eso sí, el villano Voldemort, interpretado por el estupendo Ralph Fiennes, tiene el defecto de parecerse demasiado a su personaje de Dragón Rojo, incluso en la forma de hablar. Vale decir que aún sin saber que se trata de Fiennes uno encuentra la semejanza.

 
 
 
 
       

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