FRANKENWEENIE

DIRECCIÓN: Tim Burton
TÍTULO ORIGINAL: Frankenweenie (2012)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: John August; basado en el cortometraje homónimo de Tim Burton
FOTOGRAFÍA: Peter Sorg
MÚSICA: Danny Elfman
DURACIÓN: 87 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Homenaje al cine de horror clásico aunque deriva en un espectáculo un poco aturdidor en su último tercio, Frankenweenie podría ser la mejor cinta de Tim Burton en años, mucho menos excéntrica en la forma (aunque el sello personal está ahí) y más comprometida con la idea de contar una historia que conjuga mucho de bello y triste.

Regreso afortunado a la estética sombría que acompañó El cadáver de la novia (2005), aunque esta vez en blanco y negro, el filme es en realidad la nueva versión extendida, mejorada y realizada en stop motion de un cortometraje filmado por el propio Burton en 1984 con actores y escenario reales. La idea, que hoy da la sensación de ser un montaje algo ingenuo de Frankenstein, de Mary Shelley, en un contexto meramente infantil, hoy es una obra mucho más acabada en su planteamiento moral sobre el poder de dar y quitar la vida.

Mientras algunos padres se preocupan de que sus hijos anden metidos en drogas, el Victor Frankenstein de este relato es, como muchos de los protagonistas de las cintas recientes, un niño solitario sin remedio, con curiosidades científicas en un pueblo de simples e ignorantes. De ahí que su único amigo en el mundo sea su perro Sparky, a quien está decidido a revivir después de que éste muere golpeado por un auto.

Burton y su equipo de animación consiguen imprimirle a sus marionetas emociones que el reparto del corto original no transmitía y nudos narrativos de los que aquél carecía. Sin embargo, también es un hecho que la trama es llevada de manera artificial hasta la hora y media, mediante la adición de personajes que colaboran a un metraje más abultado, pero sin desarrollo, evolución o intervención decisiva.

Frankenweenie intenta ser fiel a las secuencias de acción viva filmadas hace 28 años, lo cual se traduce incluso en el apego a un final feliz que hoy más parece una concesión a Disney y su mercado, que una decisión autoral. Detalles aparte, la cinta de este 2012 es una pieza disfrutable en la que la ficción y lo imposible parecen integrarse de manera más natural al formato, pero en la que su creador se permite contraponer ideas mucho más profundas como el uso avieso de la ciencia y el desprecio por la vida, frente a quien la entrega en un acto amoroso.

 
 
 
 
 

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