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FECHA DE CADUCIDAD

DIRECCIÓN: Kenya Márquez
TÍTULO ORIGINAL: Fecha de caducidad (2011)
PAÍS: México
GUION: Kenya Márquez, Alfonso Suárez
FOTOGRAFIA: Javier Morón
MÚSICA: Mario Osuna, Alejandro Segovia
DURACIÓN: 100 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Una misma historia contada desde el punto de vista de tres personajes cuyas vidas se entrecruzan por casualidad. No hay novedad en el empleo del recurso. Sin embargo, Fecha de caducidad permite ver cómo dos actores, Ana Ofelia Murguía y Damián Alcázar, construyen y dan forma a personajes casi caricaturescos, que se vuelven humanos reconocibles y verosímiles cuando la historia muestra la soledad que les es común.

La actriz interpreta a Ramona una viuda que vive para mantener a su inútil hijo cuarentón, el cual desaparece una noche. La mujer lo busca, en hospitales, ministerios públicos y finalmente en la morgue, lugar frecuentado por Genaro (Alcázar), un tipo desafortunado en muchísimos sentidos, con una ingenuidad y buenas intenciones que llegan a niveles peligrosos de inconciencia.

La tercera perspectiva la pone una muchacha (Marisol Centeno), quien llega a la ciudad, sola y con poco dinero, huyendo de su propia historia de violencia en otro lugar. Son la casualidad y algunos equívocos los que terminan vinculándola a la vida de los otros dos.

La directora Kenya Márquez —quien también escribió el guion en colaboración con Alfonso Suárez— desdobla en Fecha de caducidad la premisa de su cortometraje Señas particulares, filmado en 2007, convirtiéndolo en una obra sustancialmente distinta, menos solemne. Lo primero y más importante es que aunque ambos trabajos parten de un hecho de violencia y muerte, el corto introducía un mensaje político demasiado gratuito, demasiado obvio, al comenzar con una referencia al ex presidente Felipe Calderón.

Pese a filmar en los mismos lugares, Márquez no sólo logra mejores atmósferas e imágenes que dicen más. Se nota también su mano en la dirección de actores en el proceso de creación de los personajes, dotándolos de características diferenciadoras y de profundidad. Es decir, la anécdota inicial que podría haber dado pie a discursos sobre la quiebra moral del país y "la guerra absurda contra la delincuencia organizada", va diluyéndose para mostrar algo más modesto, pero no menos interesante: habitantes de una ciudad, aferrados con las uñas a sus ganas de creer pese a la soledad en que viven.

Los toques de humor negro y el jugueteo insolente con cadáveres, en realidad son menos recurrentes que la evocación de la sangre en la sopa de tomate que Ramona pone diariamente en la mesa para su hijo ausente. Asimismo, pese a las imágenes de carencias, Kenya Márquez evita tomar el camino de otros realizadores que no encuentran en la marginalidad otra cosa que sordidez y degradación para regodearse en ellas. Nada mal para el inicio formal de la carrera de esta cineasta mexicana.

 
 
 
 
 
       

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