LOS FANTASMAS DE SCROOGE

DIRECCIÓN: Robert Zemeckis
TÍTULO ORIGINAL: A Christmas Carol (2009)
PAÍS: Francia
GUION: Robert Zemeckis; basado en la novela de Charles Dickens
FOTOGRAFÍA: Robert Presley
MÚSICA: Alan Silvestri
DURACIÓN: 96 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

A estas alturas, muchos ya habrán escuchado que la cinta de Robert Zemeckis, Los fantasmas de Scrooge es una pieza visualmente impresionante, realizada —al igual que El Expreso Polar y Beowulf— mediante la técnica de captura de movimiento, que permite dotar de mayor realismo a los personajes.

El interés que puede despertar el filme, está basado en sus logros técnicos y su espectacularidad, toda vez que se trata de la enésima adaptación del conocido Cuento de Navidad, de Charles Dickens, la historia del avaro Ebenezer Scrooge, quien la víspera de Navidad es visitado por tres espíritus quienes le muestran varios aspectos de su juventud feliz y cómo su avidez lo ha ido dejando solo hasta el punto en que a nadie le importa si muere esa misma noche.

En ese sentido, queda la impresión de que la cinta de los estudios Disney (que por cierto se da permiso de firmar el filme como si la autoría de la historia fuera suya) pervierte el espíritu de la novela escrita por el autor británico. Cuento de Navidad es en el fondo una lamentación ante la avaricia y los corazones duros que teniendo sus necesidades resueltas se niegan a mirar a los menos favorecidos, al tiempo que en un afán didactista, y en su contexto histórico, intentaba advertir a la sociedad victoriana cómo, de no darse cuenta de la pobreza que estaba generando, terminaría devorada por la necesidad y la ignorancia.

El corazón de Scrooge en esta versión fílmica no es exactamente tocado y transformado por las dramáticas escenas que le es dado observar, ni por la triste perspectiva de su futuro. Antes bien, parece abordar la redención del individuo desde un enfoque católico y pragmático. Es decir, no experimenta un cambio a partir del reconocimiento de sus fallos, sino por el miedo al castigo (el infierno como acicate de la bondad) o bien por el beneficio que puede obtenerse de él.

Comentario aparte, Jim Carrey lleva todo el peso de la historia, se hace cargo de dar vida a varios personajes (prácticamente a todos los importantes). Es un misterio por qué teniendo a un actor como él, Zemeckis insiste en usar un juguete caro capaz de crear gráficas impresionantes —es cierto—, pero que hace parecer a la mayoría de los personajes como habitantes de un museo de cera. Paradójicamente, lo que reclama un relato como éste es humanidad.

 
 
 
 
 

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