EL EXPRESO POLAR

DIRECCIÓN: Robert Zemeckis
TÍTULO ORIGINAL: The Polar Express (2004)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: William Broyles Jr., Robert Zemeckis; basado en el libro de Chris Van Allsburg
FOTOGRAFÍA: Don Burgess, Robert Presley
MÚSICA: Glen Ballard, Alan Silvestri
DURACIÓN: 100 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Basada en el éxito literario de Chris van Allsburg, El Expreso Polar es una historia ciertamente sencilla acerca del viaje de un niño al Polo Norte, la víspera de Navidad, a bordo de una clásica locomotora de vapor, cuyo maquinista tiene un itinerario de viaje que atraviesa diversos barrios, en los cuales lo esperan sus pasajeros: un grupo de niños que habrán de recibir algunas lecciones de vida.

La idea global no está necesariamente centrada ni en la Navidad ni en en Santa Claus; de algún modo, la película se centra en ese momento en el que los niños pueden escoger entre extender su niñez y seguir creyendo o, como se dice en la historia, poner fin a la magia y convertirse en adultos. La novedad quizá es que la cinta recurre a una nueva técnica para generar imágenes virtuales, capturando el movimiento y los gestos de personajes reales a través de una suerte de electrodos colocados en el rostro y el cuerpo de los actores.

No puede negarse que la peculiaridad de los efectos especiales de esta película le han valido los mayores elogios, pero también es cierto que los buenos efectos no salvan una mala película. El mejor ejemplo de ello es el rotundo fracaso de Final Fantasy, cuyo mayor capital era haber prescindido de actores de carne y hueso, sustituyéndolos con personajes generados totalmente por computadora.

El Expreso Polar va más allá de la conmoción efímera que causa el nuevo truco aprendido por el perro. El trabajo vale la pena por todo el conjunto. Tom Hanks, por ejemplo, da vida a cinco personajes diferentes; lo hace bien, y para ello no necesitó más que un estudio de tres por tres metros, donde tuvo que actuar para 72 cámaras de análisis de movimiento y un equipo de 500 creativos que se encargó de darle vida a su trabajo mediante capas de piel creadas por computadora.

Como cómplice, Hanks tuvo a un viejo conocido: Robert Zemeckis, con quien ya había filmado Náufrago y Forrest Gump, quien además ya había tomado el riesgo de películas cuya trama descansaba de manera importante en los efectos visuales (Quién engañó a Roger Rabbit y las secuelas de Volver al futuro).

De hecho, cuando los filmes animados apuntaban a la irreverencia y el desenfado, y se alejaban de los gastados estereotipos de belleza —lo cual ha venido a darle frescura al cine infantil— Zemeckis y Hanks demuestran que las películas con una historia que apuesta por la fantasía y la ingenuidad, aún tienen vigencia si se hacen con buen gusto, mirando desde la butaca del público, sin que eso signifique renunciar a las entradas en taquilla.

El Expreso Polar es una experiencia visual que merece permanecer por la belleza del trabajo en conjunto, y porque pese al derroche de recursos técnicos, las partes emotivas y creativas de los actores y de su director no son echadas a un lado, sino que se fusionan con lo irreal (mejor dicho, lo fantástico).
 

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