ENLACE MORTAL

DIRECCIÓN: Joel Schumacher
TÍTULO ORIGINAL: Phone Booth (2002)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Larry Cohen
FOTOGRAFÍA: Matthew Libatique
MÚSICA: Harry Gregson-Williams
DURACIÓN: 81 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Héctor Campio López | @campiolopez

El american way of life proporciona a las películas hechas en Hollywood sus recursos más vistosos y sobreexplotados. Estos recursos se usan según el género de la cinta. Por ejemplo, si se trata de una road movie, vemos gasolineras de autoservicio a las que los malos siempre hacen explotar cuando se van, o pequeñas capillas al lado de una carretera en medio del desierto donde los buenos se casan.

Si la historia transcurre en la playa, vemos rubias en bikini que patinan mientras escuchan sus audífonos en lo que parece ser el malecón y también surfistas que hacen suertes en lontananza. Si es en una universidad, entonces vemos largos pasillos con cientos de casilleros a los costados donde los alumnos sacan sus cuadernos, para después irse a desayunar a la cafetería escolar. Finalmente, si la película ocurre en la ciudad, entonces aparecen teléfonos públicos que suenan para que alguien los conteste.

Con tanta repetición, sorprende que un buen día un guionista (Larry Cohen) encuentre en uno de esos lugares comunes suficiente inspiración para hacer una película. Es el caso de Phone Booth o Enlace mortal, largometraje que el director Joel Schumacher filmó en sólo diez días y que lo redimió después de hacer Batman y Robin.

La breve anécdota ocurre en Nueva York, ciudad que ahora debe tener mas de 10 millones de líneas telefónicas y mas de 3 millones de usuarios de celulares en los que ocurren conversaciones de todo tipo. La sorpresa es que esta película viene a ser una conversación de casi 80 minutos de duración con intenso suspenso.

De un lado de la línea se encuentra Stu, un publirelacionista que trabaja en el show business. Aquí diré que la interpretación de Colin Farrell es de las más verosímiles que he visto sobre el oficio: es un negociador tan hábil que puede colar un rumor a la prensa sensacionalista, organizar una fiesta VIP y cambiar boletos de un concierto por favores recibidos, mientras camina de una esquina a otra con su celular al oído. Del otro lado, y a quien sólo veremos hasta el final, está Kiefer Sutherland, que hace una voz de psicópata que bien me recuerda a Vincent Price en la canción de "Thriller" de Michael Jackson.

Cuando uno de sus presidentes ha muerto por esa causa, resulta lógico que una de las paranoias de los ciudadanos en Estados Unidos sean los francotiradores. El psicópata Sutherland se cree una suerte de vengador anónimo que castiga a los perversos por sus pecados, con su rifle de mira telescópica mató a un ejecutivo tramposo y a un pornógrafo por deshonestos e inmorales, nos dice.

Ocurre también que a Stu le encanta aprovechar su trabajo para conseguir beneficios personales y esa es la razón por la que psicópata decide hacerle pasar un rato de pesadilla — él se encarga de decirnos que lo ha estado espiando durante un par de semanas—. Entre esos beneficios, Stu pretende llevarse a la cama a una aspirante a actriz que busca un papel en una obra de teatro y para hablar con ella usa siempre un teléfono público. Es el teléfono que el loco ha intervenido y que suena oportunamente para que Stu lo conteste.

Lo que no entiendo es cómo alguien puede seguir hablando por teléfono con un desconocido y después de haber colgado una vez, contestar de nuevo y esperar a que lo amenacen a uno con matarlo si vuelve a colgar. Supongo que la imprudencia es propia de los publirrelacionistas que no resisten la tentación de contestar un teléfono aunque no sea suyo, pero en fin. Así las cosas, la conversación amenazante y siniestra como de película de terror, tiene al espectador al borde del asiento, el psicópata manipula a su víctima hasta hacerlo perder la compostura.

Pero en la pantalla no sólo vemos a Farrell hablando y transfigurándose en su sudoroso pavor, sino que ocurren además algunos encuentros entre él y personajes coloridos que supongo deben ser muy comunes en Nueva York: un gordito repartidor de pizzas, un negro que vende juguetes a la orilla de la banqueta, un par de prostitutas con su chulo y un escuadrón SWAT.

Alguien podría preguntar cómo logró el director mantener la tensión de una misma situación durante toda la película La cámara, como en un gran videoclip se mueve en todos los ángulos alrededor de la caseta telefónica, tomas en picada, en contrapicada, un close up a la oreja sangrante de Stu, algunos recuadros a la orilla de la pantalla en los que vemos acciones múltiples de la policía y la gente en la calle. Hay efectos de sonido que nos hacen pensar que ya todo se acabó.

El calvario personal del protagonista se vuelve espectáculo masivo; en un rato hay turistas grabándolo con su cámara de video, una reportera de televisión y helicópteros sobrevolando la cabina de teléfono. El malvado Sutherland extorsiona psicológicamente a Stu y lo hace confesar ante los espectadores de su tragedia que sus bonitos trajes italianos son falsos y que todo él es un gran embustero. Fue horrible. Pobre Stu. Me queda claro que estos delirios vejatorios sólo pueden pasar en Estados Unidos.
 

CANAL RSS
YOUTUBE
CONTÁCTANOS


DISTRITO CINE. Los contenidos de este sitio están sujetos a una licencia Creative Commons 2.5, con excepción del material (fotos, imágenes, videos) procedente de terceros.