ELLA

DIRECCIÓN: Spike Jonze
TÍTULO ORIGINAL: Her (2013)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Spike Jonze
FOTOGRAFÍA: Hoyte Van Hoytema
MÚSICA: Arcade Fire
DURACIÓN: 126 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Ella (Her) no es una crítica a la dependencia tecnológica, a nuestra cada vez más obsesiva relación con los dispositivos móviles. Ni siquiera es una fantasía futurista. La película de Spike Jonze es un relato vigente sobre la incapacidad de muchos para establecer relaciones reales y significativas, la proclividad a buscar la aprobación y reafirmarse en el elogio de personas a las que no se conoce o no se ha visto, estableciendo lazos afectivos que quieren parecerse a lo real.

La soledad es la misma siempre. Querer ser querido y ser una isla por razones difíciles de ver para uno mismo.

La historia ocurre en el futuro. Theodore Twombly (Joaquin Phoenix) es un talentoso escritor, recién separado, cuya labor es escribir cartas para otros que se asumen incapaces de expresar sus sentimientos a sus seres queridos. Conectado durante el día a su celular y por la noche a los videojuegos Theo halla a su pareja perfecta en Samantha, un sistema operativo, originalmente diseñado para ayudarle a organizar su vida.

Inteligencia artificial en su concepción más amplia, porque Samantha no sólo elige su nombre y tiene una voz pecuiar (Scarlett Johansson), sino que crece, aprende de sus experiencias y de la interacción con su dueño hasta el punto de reconocer inflexiones en la voz, divertirse, desear, tomar decisiones autónomas e incluso desarrollar conciencia y orgullo de sí misma como una mujer sin cuerpo.

La situación inusual llega a ser divertida hasta que la escena de Theodore hablando a solas por la calle con alguien que no existe se vuelve unánime (y es claro que todos viven alejados de otras personas), hasta que vemos a su mejor amiga (Amy Adams) iniciar el mismo trayecto de apego con su sistema operativo y hasta que descubre que ni siquiera su ilusión digital, de la cual es dueño, puede amarlo para siempre.

¿Cómo compartes tu vida con alguien? es acaso la pregunta más importante que se plantea en el filme. La idealización que el protagonista hace de Samantha es tan grande como su soledad. Aun cuando enamorarse de una personalidad contenida en un dispositivo electrónico se ha vuelto "una forma de locura socialmente aceptable" y la gente empieza a vivirlo como algo auténtico, en esta relación sólo uno de los dos crece, abre su horizonte, se perfecciona a sí mismo a tal punto que "vivir" simplemente para atender a las necesidades del otro se vuelve un lastre.

Porque más allá de la frustración de que este amor no pueda pasar al plano físico, compartir la vida exige tenerla, involucrarse y no sólo recibir como si el otro fuese un dispensador de emociones gozosas. Nada más.

 
 
 
 
 
       

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