EL OJO

DIRECCIÓN: Oxide Pang Chun, Danny Pang
TÍTULO ORIGINAL: Gin gwai (2002)
PAÍS: Hong Kong, Singapur
GUION: Yuet-Jan Hui, Oxide Pang Chun, Danny Pang
FOTOGRAFIA: Decha Srimantra
MÚSICA: Orange Music
DURACIÓN: 99 minutos

 
       

Julio A. Quijano Flores

Hace diez años, ese conglomerado de entretenimiento que recibe el nombre eufemístico de "industria hollywoodense" creyó que el género de terror estaba muerto. Entonces decidieron hacer lo que dictaba su conciencia: profanaron la tumba, inhumaron el cadáver, lo disfrazaron de adolescente idiota y lo sacaron de paseo para juntar algo de dinero.

Desde James Whale hasta Brian de Palma, el legado de los directores del cine de horror fue reducido al límite de enseñar las nalgas mientras un asesino serial se tropieza con una cáscara de plátano. Los personajes se redujeron a: 1) la chica ingenua que pierde su virginidad, 2) el chico idiota que le propone matrimonio y 3) el negro simpático que imita a Michael Jackson. Todo bajo el auspicio del "ingenioso humor americano".

Si no hubieran recaudado tantos millones de dólares, uno podría fustigar estas "ingeniosas" películas y a sus creadores con una sentencia de Edgar Allan Poe: "La capacidad constructiva del ingenio se ha encontrado con frecuencia en algunas inteligencias que bordean la idiotez".

Allan Poe explica que "entre el ingenio y la capacidad analítica existe una diferencia mucho mayor que entre la fantasía y la imaginación". Eso se piensa cuando mira la película El ojo, dirigida por los hermanos Oxide y Danny Pang, originarios de Hong Kong. Porque mientras Hollywood se devana los sesos con "fantasías ingeniosas", el género del terror ha seguido su curso en la cinematografía asiática a partir de su gran capacidad imaginativa.

El Ojo es ejemplo irrefutable: piense en una mujer que entra en el elevador y aprieta el 15. Está asustada porque lleva varias semanas viendo fantasmas. Cuando va en el piso 5, descubre que hay alguien detrás de ella. Por supuesto es un fantasma, el espíritu de un anciano lívido y desliñado. La aparición es suficiente para provocar el grito de espanto en el espectador, pero los directores no son unos provocadores, sino artesanos que mantienen el miedo durante los diez pisos restantes: la mujer está aterrada, sabe que el fantasma se le acerca por la espalda, mira con angustia que el elevador asciende lentamente y es inevitable que el anciano la toque antes de llegar al piso 15.

La película (coproducción Hong Kong-Singapur) cuenta la anécdota de Mun, una joven de 18 años que recupera la vista mediante una donación de córneas. Pero Mun no sólo recupera la vista, sino que adquiere la capacidad de anticipar la muerte: comienza a ver sombras, emisarios de la muerte que vienen a recoger los espíritus de los condenados. La premisa suena común, pero los hermanos Pang demuestran que el terror no se filma lanzando gatos desde la oscuridad.

Mejor aún, El ojo no se detiene en el mero efecto: la última media hora transcurre en un pueblo de Tailandia, al cual Mun y su psicólogo, el doctor Lo, viajan en busca de respuestas. En este pueblo marginado y tropical, la historia da un giro de tintes sociales y antropológicos. De manera que El ojo nunca deja de sorprender, cuando el espectador intuye la explicación y piensa que está a salvo, entonces surgen nuevos enigmas, dudas angustiantes, miedo inevitable.

La industria de Hollywood, díscola como niño mimado, acostumbra arrebatar los dulces que se le antojan. Lo ha hecho por décadas con películas italianas, españolas y francesas: compra la historia y a veces hasta al director para producir remakes.

En el género de terror un ejemplo típico es El Aro. Original japonesa de 1998, la cinta fue comprada y filmada con presupuesto y actores estadounidenses por los estudios DreamWorks en 1992. Es probable que suceda lo mismo con el resto de esta ola de terror asiático que no ha llegado a las salas comerciales de México pero sí a los puestos de películas piratas.

Y antes de que Hollywood la pase por el filtro de "su ingenio", vale la pena verlas en su justa dimensión analítica. Y si el prurito de comprar películas piratas es una limitante, entonces hay que estar atento a los cineclubes y circuitos culturale,s donde suelen exhibirse ciclos de terror del lejano oriente. Es todo un culto.

 
 
 
 
 
  

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