DJANGO SIN CADENAS

DIRECCIÓN: Quentin Tarantino
TÍTULO ORIGINAL: Django Unchained (2012)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Quentin Tarantino
FOTOGRAFÍA: Robert Richardson
MÚSICA: Varios
DURACIÓN: 165 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Fantasia revanchista que encuentra su mayor fuerza en el espíritu lúdico de su director, Django sin cadenas vuelve a jugar el juego de imaginar la reescritura violenta de un momento histórico.

El relato se ubica en la América esclavista de los años previos a la Guerra Civil. King Schultz (Christoph Waltz), un dentista alemán que trabaja como cazarrecompensas, decide liberar y hacer su socio a un esclavo llamado Django (Jamie Foxx), siempre que le ayude a dar con un grupo de criminales buscados por la justicia.

Además de volverse un pistolero veloz y preciso, y compartir las ganancias por los forajidos asesinados, Django convence al médico de embarcarse con él en la aventura de localizar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington, personaje femenino desdibujado), quien trabaja como criada en una plantación de Mississippi, propiedad del fatuo y cruel Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), cuyo mayor entretenimiento consiste en hacer luchar hasta la muerte a dos negros.

Hasta ahí, la cinta es una travesía de poco más de dos horas, con algunas ráfagas de violencia cruda y humor negro, un homenaje a los viejos westerns y referencias varias a los blaxploitation films, en los cuales los negros tienen la oportunidad de cobrar facturas. El guion, aunque diseñado para dos personajes, reserva sus mejores momentos a Christoph Waltz, quien lleva a la pareja a trampas mortales para elaborar desde ahí ingeniosas rutas de escape que empiezan desde sus brillantes diálogos.

Antes de dar paso a un desenlace sin audacia, decepcionante por su falta de ideas, a Django sin cadenas le quedan minutos de auténtica tensión. Es hasta el último tramo del filme que aparece el verdadero villano (Samuel L. Jackson), el más servil y despiadado de los esclavos de Candie, un anciano que se comporta como un auténtico racista ante los suyos ("Is that a nigger on a horse?", pregunta incrédulo e indignado al ver al conocer a Django) y que no soporta que ningún negro intente ser más inteligente que él.

Desgraciadamente estamos ante una película menos inteligente que Bastardos sin gloria. Tarantino sacrifica la lógica interna de su relato, sólo para detonar un final por mucho decepcionante, escrito con la pereza suficiente para hacer que su habitual espectáculo de sangre se vuelva un trámite tedioso. Meros excesos pirotécnicos que dejaron de guardar cualquier audacia.

 

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