UN DESTINO COMPARTIDO

DIRECCIÓN: Mike Binder
TÍTULO ORIGINAL: Man About Town (2006)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Mike Binder
FOTOGRAFÍA: Russ T. Alsobrook
MÚSICA: Larry Groupé
DURACIÓN: 96 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Un destino compartido contó para su estreno en México con un pésimo trabajo de promoción y un cartel promocional pobrísimo, que apenas alcanza a sugerir una convencional comedia romántica. Sin embargo, el escritor y guionista Mike Binder —quien también actúa en un papel secundario—, logra más que eso, porque si bien puede anticiparse el estrepitoso fracaso de su cinta, no puede decirse que no intentó algo diferente.

Jack Giamoro (Ben Affleck), un exitoso representante de talentos entre los que se encuentran artistas y escritores, se entera de que su esposa Nina (Rebecca Romijn, increíblemente hermosa) ha tenido un affaire con su mejor cliente, un guionista de televisión cuya carrera va en ascenso.

Intentando encontrar en un ejercicio de introspección lo que está pasando con su vida, Jack se inscribe en un taller de creación literaria en el que su profesor (John Cleese) pide a sus alumnos iniciar un diario y volcar en él las ideas y los pensamientos que no se atreverían a contar a nadie.

Vale decir que aunque el robo del diario da inicio a una desigual comedia de enredos, el personaje vuelve sobre las páginas escritas para tratar de explicarse qué falló exactamente en su vida.

Además de las transiciones temporales, el tono costumbrista que puede encontrarse en los diálogos y las muy buenas actuaciones del reparto entero, Binder tiene arrojo en su idea de cómo construir un relato a propósito del amor y sus caídas. Presente en esencia durante todo el metraje, Rebecca Romijn desaparece en prácticamente en dos tercios de la cinta, dejando que el resto del elenco se encargue de ella.

Un destino compartido no sólo evita al máximo las lágrimas y las frases trilladas a propósito de los fracasos amorosos, sino que se ahorra las escenas en las que la pareja separada, cada uno de ellos, se descubre a la distancia, en la oscuridad de la habitación, pensando en el otro.

Binder tiene suficiente buen gusto para no relacionar la asquerosa y clasista idea de que el hombre público de éxito económico debe ser presentado como un ser desgraciado en su vida personal. Aquí, la ausencia de escrúpulos en los negocios o las cuentas de banco poco o nada tiene que ver con las crisis personales o con las problemáticas de sus personajes, del mismo modo que su redención tampoco implica renunciar a los bienes personales.

Es cierto, que la película no llega a ser consistente ni como una comedia ni como melodrama, quedándose siempre en medio de ambas, y que su final respeta algunas convenciones sobre la forma en que Hollywood pone fin a sus cintas románticas; no obstante, detrás de ella hay cierta inteligencia que se agradece.

Fuera de su coprotagónico en Fuera de control (Changing lanes, 2002) y su aparición en Shakespeare in Love (1998), Ben Affleck no había hecho nada que valiera realmente la pena comentar. Llama la atención que una modesta producción como ésta haya sido capaz de arrojar un comentario favorable sobre el actor, quien, créanme, no lo hace mal.

 
 
 
 
 

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