Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

“Raramente cómica, raramente romántica”, La delicadeza es una cinta que se propone deshacerse de las etiquetas del género hasta lograr cierta originalidad en la suma de los elementos que intenta transformar. En los primeros minutos, ella (Audrey Tautou) y él (Pio Marmaï) se conocen, se enamoran, se casan; se convierten en la pareja convencional de una historia romántica que se acaba pronto, pues él muere de manera trágica.

El duelo que vive la protagonista se lleva los momentos amables. Nathalie sepulta su vida bajo montañas de papeles y reuniones de trabajo; sus afectos quedan limitados a sus padres y un par de amigos, y fuera de los intentos y la insistencia de su jefe por conquistarla, consigue hacerse invisible e intocable para los hombres.

David y Stéphane Foenkinos no lanzan a su protagonista al encuentro de un nuevo romance, sino que subrayan su miedo avanzar, a aceptar el dolor de la pérdida como parte de la vida y entonces trascenderlo. Sin embargo, Nathalie logra encontrar un compañero de viaje en Markus (François Damiens), un colega de oficina, emigrado de Suecia, enorme, desgarbado, quien teme enamorarse perdidamente, porque ella es preciosa y él... bueno, jamás podría ser el personaje principal de una historia romántica.

Es ahí donde los realizadores subrayan la obviedad de las apariencias en el juego del amor. Ella llora interminablemente por un hombre del que suponemos muchas cosas pero de quien en realidad llegamos a conocer muy poco. En contraste, el no tan apuesto Markus es un hombre invisible cuyos defectos superficiales impiden a otros advertir su humor su conversación y su ser, transparente en sus afectos y cariños.

Nathalie es luminosa, pero como sucede en demasiadas historias, aun en en las cintas de princesas de Disney, el romance entre ella y alguien tan imperfecto parece poco probable. Precisa en el uso de recursos para ilustrar el tiempo que pasa, La delicadeza permite en su secuencia final echar un vistazo en el futuro de estos dos personajes. El final no lo contaré.