CREED: CORAZÓN DE CAMPEÓN

DIRECCIÓN: Ryan Coogler
TÍTULO ORIGINAL: Creed (2015)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Ryan Coogler, Aaron Covington
FOTOGRAFÍA: Maryse Alberti
MÚSICA: Ludwig Göransson
DURACIÓN: 133 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga| @jcromero

La última vez que Rocky Balboa bajó de un cuadrilátero, llevaba consigo su dignidad intacta, sabedor de que había perdido su última pelea, pero con la convicción de que la bestia que llevaba dentro y que le impedía respirar desde la muerte de su esposa se había ido.

El personaje que Sylvester Stallone interpreta en Creed no es siquiera la sombra de ese héroe improbable de finales de los setenta que da una muestra de pundonor y que en 2006 volvería al Mandalay Bay de Las Vegas para mandar a la lona a un campeón mundial invicto, excedido de confianza.

En esta nueva cinta del Ryan Coogler, Balboa da un paso a un lado para cederle protagonismo a Adonis (Michael B. Jordan), un joven que lleva el peso de ser el hijo no reconocido de Apolo Creed, lo cual se esfuerza en sepultar lo más hondo que puede, aunque tiene tanto talento como aquél para el boxeo.

Sin embargo, Adonis está lejos de ser la reedición del menospreciado y poco brillante Balboa. Por el contrario, es un muchacho de clase media alta que escapa constantemente para pelear en circuitos amateurs de muy bajo nivel para probarse, para perfeccionarse, seguro de que es todavía mejor de lo que su propio desempeño en el ring dice.

El sentimiento de abandono y la rabia contra el padre muerto hacen que Adonis busque al hombre que pudo combatirlo con éxito y pide a Rocky que se convierta en su entrenador.

Quizá ésta sea la más reflexiva de las entregas de la saga, la que consiguió rodar con fluidez y dar mayor credibilidad a los combates boxísticos, pero Coogler hace concesiones de teledrama, con un romance de interludios musicales y la grave enfermedad de un personaje clave, que pese a tener el potencial de analogía de una dura pelea de 12 rounds, transcurre sin estragos, sin drama, como mero chantaje emocional.

Stallone interpreta, no sin dignidad, a un Rocky cargado de luto, del que no queda nada, sin vínculos, dueño de un restaurante en el que desapareció la vida. Su personaje era disciplina y voluntad puras, pero la preparación y la estrategia sobre el ring tenían que ponerla otros. También esos otros dejaron de existir en este universo de Coogler.

El guion de Creed lo saca del retiro para volverlo mentor de un talento emergente más en pos de la nostalgia y de revisitar los momentos o trazar paralelos con la cinta original de 1976. El objetivo se cumple pero sólo por momentos en una cinta decorosa que tiene el atino de permitir que el tema de Bill Conti se escuche discretamente sin pretender que Adonis Creed ha alcanzado en poco más de dos horas las alturas de Balboa.

 
 
 
 
  

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