EL CONTRATO

DIRECCIÓN: Bruce Beresford
TÍTULO ORIGINAL: The Contract (2006)
PAÍS: Alemania, Estados Unidos
GUION: Stephen Katz, John Darrouzet
FOTOGRAFIA: Dante Spinotti
MÚSICA: Normand Corbeil
DURACIÓN: 96 minutos

 
       

Héctor Campio López | @campiolopez

En El contrato, Morgan Freeman interpreta a Frank Carden, un asesino a sueldo entrenado por el gobierno norteamericano, quien tras una misión mal ejecutada permanece arrestado en el hospital. Esposado, sale del nosocomio. Los integrantes de su banda —cuatro asesinos experimentados— deben emboscar el vehículo que transporta a Carden para rescatarlo, pero los planes salen mal. Tanto, que el auto se sale del camino y cae hasta las profundidades de un bosque de coniferas en el estado de Washington.

En el bosque, el villano se encuentra accidentalmente con Ray Keene (John Cusack), un profesor de educación física que ese día acampa en el bosque con su hijo. De esta manera, historia encuentra su nicho entre los lugares previsibles del thriller, es decir, un hombre común que se topa con la oportunidad de hacerle al héroe y la aprovecha.

Cualquier persona con sentido de la supervivencia y sin ganas de meterse en problemas dejaría escapar al criminal, un negro con mirada noble que pide, con mucha educación, que lo dejen ir. Otra más, este hombre lleva a su hijo adolescente consigo, pero no le importa: decide correr el riesgo absurdo y llevarse al criminal con ellos para entregarlo después a las autoridades.

En aras de retener a Carden, el maestro Keene está obligado a evadir la búsqueda que los cuatro amigos del asesino emprendieron en el bosque. Así es que emprenden una ruta incierta hacia algún lugar inaccesible de la zona. El viaje crea un lazo de camaradería entre los protagonistas. Hay intercambio de golpes y escenas solidarias entre ellos.

A los 70 años, Morgan Freeman conserva su credibilidad como actor. Sobrio, sin grandes aspavientos, saca a flote un papel inconsistente. Su personaje, que en las primeras escenas de la película muestra ser un hombre frío, calculador y dominante sobre sus colegas, se va mostrando dócil, casi inocuo y de buen corazón conforme avanza la película. Sus gestos hacen mucho por la interpretación, ya que casi no habla.

Sin embargo, no se puede decir lo mismo de John Cusack, ni del niño Jaime Anderson: el primero en una actuación casi inexpresiva y el segundo, sin mucha experiencia. Hay que pasar de largo algunas escenas gratuitas o intrigas de la CIA que se asoman fuera del argumento central. La película es entretenida sólo si uno se deja llevar.

 
 
 
 
  

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