CÓDIGO DE FAMILIA

DIRECCIÓN: Gavin O'Connor
TÍTULO ORIGINAL: Pride and Glory (2008)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Joe Carnahan, Gavin O'Connor
FOTOGRAFÍA: Declan Quinn
MÚSICA: Mark Isham
DURACIÓN: 130 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

El drama policiaco acusa una notable recuperación en sus guiones. En el último año, al menos tres cintas, Reyes de la calle (David Ayer, 2008), Dueños de la noche (James Gray, 2007) y ahora Código de familia, han inyectado vida a uno de los géneros más nobles que existen.

Los juegos de lealtades y traiciones, la guerra entre policías íntegros y corruptos no están agotados como temas, pero la penetración del crimen organizado en las unidades encargadas de combatirlo está definiendo nuevos rumbos en las historias que cuestionan la lealtad y la fe ciega en las instituciones. El filme de Gavin O'Connor se centra en la vida de una familia de origen irlandés, cuyos hijos (Edward Norton y Noah Emmerich) han decidido seguir los pasos del padre (Jon Voight), como agentes en la unidad antinarcóticos de la policía de Nueva York, donde su cuñado Jimmy Egan (Colin Farrell) también ocupa una posición similar.

La historia detona con el asesinato brutal de cuatro agentes mientras intentan detener por sorpresa a uno de los principales distribuidores de droga en la zona de Washington Heights, quien —según revelan las investigaciones— cuenta con ayuda de la propia policía para evadir las acciones en su contra. La rabia compartida por todos hace inconcebible pensar que alguien desde dentro haya mandado a morir a un grupo de los más apreciados oficiales del Departamento.

No obstante el planteamiento, no hay sorpresa en el bando que toma cada personaje. No hay pistas que nos vayan conduciendo a descubrir la cara del delator. Es el nivel de violencia que acompaña a varias secuencias lo que dota de intensidad a la trama y el conflicto ético de sus protagonistas lo que da el verdadero empuje al filme.

La muerte del traficante dominicano Angel Tezo a manos de tres agentes y la confesión sacada a otro pequeño distribuidor con la amenaza de quemar a su hijo recién nacido con una plancha, hacen un contraste brutal con el ambiente de cercanía familiar que se impone a lo largo de la historia. Pero el conflicto no radica en cómo los corruptos crecen y escalan en las instituciones, sino en la tentación que inevitablemente alcanza a los irreprensibles y los obliga a cerrar los ojos. Cualquiera, dice el discurso de Código de familia, pensaría dos veces en mantener su integridad si el ascenso profesional y la lealtad a la familia se interponen.

Por eso, porque el dilema de entregar a tu sangre es demasiado, no puede resolverse a tiros como De Niro y Pacino en Heat (Michael Mann). Ha de definirse, cara a cara en una pelea en un bar oscuro y solitario...

 
 
 
 
  

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