CHAPPiE

DIRECCIÓN: Neill Blomkamp
TÍTULO ORIGINAL: Chappie (2015)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Neill Blomkamp, Terri Tatchell
FOTOGRAFÍA: Trent Opaloch
MÚSICA: Hans Zimmer
DURACIÓN: 120 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

El primer trabajo del director sudafricano Neill Blomkamp, Sector 9, era una cinta que especulaba sobre el futuro, una obra inteligente y desagradable por los paralelismos que lograba trazar con episodios de segregación y xenofobia en nuestra historia reciente. En su segunda película, Elysium, el mensaje era más obvio e incluso aleccionador en su crítica a las políticas migratorias y los planes de salud de las naciones pobres.

Chappie constituye un completo extravío del realizador, quien más allá del diseño visual de su obra y el competente trabajo en efectos especiales, entrega una historia ingenua en sus premisas y desastrosa en su desarrollo. Ésta ocurre de nueva cuenta en Johannesburgo, donde el poder de la delincuencia ha obligado a autoridades y empresarios a crear escuadrones de robots que van sustituyendo a los cuerpos policiacos, reduciendo errores en la operación y limitando las bajas humanas.

Pero el joven creador de esta fuerza (Dev Patel) anhela más que la efectividad que pueda verse en la baja de los índices de criminalidad; quiere robots con discernimiento, capaces de conducirse con valores morales, así que lo único que espera para iniciar su experimento es una unidad fuera de servicio al cual transferirle conciencia. Este androide será el Chappie del título.

Si bien echa mano de premisas antes exploradas en cintas como Robocop o Inteligencia Artificial, el guion es sonrojante en su ejecución, no tanto por lo arbitrario e inverosímil que resulta cada giro argumental —el guion traiciona el espíritu de sus personajes y las herramientas tecnológicas se comportan como objetos mágicos—, sino por el disparate que resulta de ver deambular a un personaje digno de Disney en un escenario distópico de videojuego de combate.

En Chappie no hay una fantasía de la cual se desprenda una metáfora profunda sobre esa sociedad al borde del colapso de la que pretende hablar; la narración avanza sin demasiada coherencia, pues aunque el espectador acepte entrar al juego, el mundo hipotético que propone esta película se va volviendo risible, rdícula en la acumulación de resoluciones arbitrarias que no son siquiera aceptables dentro de la propia lógica interna de la película. Un desastre fílmico de Blomkamp, quien va de más a menos.

 
 
 

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