CASINO ROYALE

DIRECCIÓN: Martin Campbell
TÍTULO ORIGINAL: Casino Royale (2006)
PAÍS: Estados Unidos, Reino Unido, República Checa, Alemania, Italia
GUION: Neal Purvis, Robert Wade, Paul Haggis; basado en la novela de Ian Fleming
FOTOGRAFÍA: Phil Méheux
MÚSICA: David Arnold
DURACIÓN: 144 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Sean Connery, Roger Moore, George Lazenby, Timothy Dalton, Pierce Brosnan… Daniel Craig no tenía hasta el estreno de Casino Royale ninguna oportunidad como James Bond. Rubio, de ojos azules, con un aspecto descuidado, en realidad poco sofisticado, y quizás un poco demasiado hosco, el actor británico no parecía ser el tipo, el agente del M-16 de las historias anteriores.

Irónicamente, hoy Craig podría ser el protagonista de la mejor cinta de Bond en veinte años, gracias en mucho a sus características inusuales para el papel. Me explico: Casino Royale no es sólo la primera historia del espía, sino que también marca el momento en que se convierte en un agente doble cero. Su primera misión consiste en poner ante las autoridades a Le Chiffre (Mads Mikkelsen), un sujeto que actúa como banquero del crimen organizado y quien participa en una millonaria partida de póquer, en busca de recuperar los millones de sus clientes, que ha perdido tras una mala operación.

Bond, quien participa en la partida con fondos del gobierno británico, es fiscalizado por Vesper Lynd (Eva Green), una contadora que tiene a su cargo el control de las decisiones monetarias que toma el agente.

La novedad del personaje radica esta vez en su novatez y su vulnerabilidad. La arrogancia lo hace cometer errores que comprometen las operaciones y sus mandos superiores no confían plenamente en él o en su buen juicio. No tiene gustos bien definidos en cuanto a la ropa o la bebida y no depende tanto de la alta tecnología como de su fuerza y habilidad física.

Aunado a ello, hay que decir que el villano no es en esencia el hombre poderoso o de intelecto notable del resto de las cintas del 007. Le Chiffre es más bien un sujeto mediocre, cuya brutalidad se exacerba cuando se siente acorralado; lejos de dejarse llevar por el héroe a sus terrenos, él lo empuja a los suyos, que son los espacios cerrados.

En un momento en que la franquicia de Misión imposible ha rebasado las posibilidades que podría tener en pantalla una película de intriga y acción, el grupo creativo de Casino Royale opta sólo por dos largas secuencias de buena intensidad en las que el protagonista sólo hace uso de su humano ímpetu, lo que no le garantiza salir ileso.

Es cierto que el previsible romance entre Bond y su hermosísima tesorera se siente poco natural, artificioso, elaborado al gusto de las necesidades del filme; sin embargo, el que la trama tome distancia del estereotipo de las mujeres que acompañaban al agente, dotándo a ésta de cierta inocencia y dulzura, resulta también un giro interesante. Este hombre frío y seductor que veremos en el resto de la filmografía sobre el personaje, es, gracias a Eva Green un hombre vulnerable en lo emocional.

La idea de humanizar a los héroes tradicionales no es mala y James Bond no es la excepción. Con menos acción, el personaje ganó en profundidad. Verlo en cama, tras ser molido a golpes, o increpado por sus superiores, debido a sus errores, lo hace creíble; el 007 también puede ser embaucado. La máquina que era, dejó de ser.

Y Daniel Craig, estupendo.

 
 
 
 

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