LA CASA DEL LAGO

DIRECCIÓN: Alejandro Agresti
TÍTULO ORIGINAL: The Lake House (2006)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: David Auburn; basado en la cinta Siworae, de Hyun-seung Lee
FOTOGRAFIA: Alar Kivilo
MÚSICA: Rachel Portman
DURACIÓN: 99 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Creo que la frase aparecida en el New York Post es perfecta para establecer en esencia lo que es La casa del lago: “Es el tipo de película tontorrona que sólo puede disfrutarse con la pijama puesta”.

La crítica ha sido dura con el filme del argentino Alejandro Agresti, y con razón. Es cierto que la cinta tiene cierto gusto ochentero, pero resulta bastante más ingenua, al menos en su desarrollo, al basar toda su trama en un asunto platónico.

Ubicada en un contexto cultural distinto —lo que hace una enorme diferencia entre ambas— The Lake House es el remake de una película surcoreana titulada Siworae, de 2002, dirigida por Hyun-seung Lee.

En esta nueva versión, la Dra. Kate Forster (Sandra Bullock) se ve obligada a abandonar su casa cerca del lago para trabajar en un hospital de Chicago. Antes de irse, deja una nota en el buzón, dirigida al próximo inquilino de la casa, pidiéndole que le reenvíe el correo que le llegue. El siguiente habitante del lugar resulta ser Alex Wyler (Keanu Reeves), un arquitecto que encuentra el lugar extrañamente abandonado y sucio. Éste establece correspondencia con la doctora, pero no tarda mucho en advertir un detalle insólito: las cartas de ella están fechadas dos años en el futuro.

Las debilidades en La casa del lago no son pocas. Reeves y Bullock tienen apenas un par de escenas juntos y su romance por la vía escrita es más la historia de dos personas solas y desdichadas que un relato verdaderamente de amor. Los personajes lucen insatisfechos todo el tiempo y su única razón de vivir parecen ser las cartas que se escriben el uno al otro.

Sin embargo, nunca está del todo claro qué es lo que lleva a la pareja a enamorarse o por qué con el atractivo y el talento que parecen tener cada uno les hace imposible enamorarse de alguien más "real" y cercano, al grado de pretender casarse con personas a quienes no quieren en realidad.

Aunque en esencia la idea se antoja bien interesante, nadie ni nada nos explica cómo es que los mensajes de ambos viajan a través del tiempo. Las palabras de los protagonistas llegan a ser por momentos demasiado recargadas en lo meloso; el guion recrea improbables diálogos que supuestamente salen de las notas que se escriben, como si estuviesen hablando en tiempo real, y el final es tan inverosímil como apresurado, ya que ni guionista ni director se preocupan en explicar las paradojas que necesariamente plantearía el que dos personas en tiempos diferentes intenten cambiar la historia.

Hay pequeños detalles en la versión original de 2000 que creo que dan un cariz diferente al significado de una y otra cinta, como que la protagonista no se dedique a la medicina, sino al doblaje de dibujos animados o que en cierta ocasión, en lugar de una carta, él reciba en el buzón un pez vivo...

En La casa del lago de Alejandro Agresti todo es solemne; la magia del buzón, el poder de la palabra escrita y la fiesta que debería ser toda esta historia quedan superadas por un contexto doloroso, depresivo que no parece para nada amor.

 
 
 
 

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