CAÑITAS. PRESENCIA

DIRECCIÓN: Julio César Estrada
TÍTULO ORIGINAL: Cañitas. Presencia (2007)
PAÍS: México
GUION: Gabriel González Meléndez, Xavier Robles; basado en el libro Cañitas, de Carlos Trejo
FOTOGRAFIA: Arturo de la Rosa
MÚSICA: Eduardo Gamboa
DURACIÓN: 88 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Cañitas es un espectáculo tan agradable y entretenido como toser sangre. Primero como libro, luego como obra de teatro y hoy como película en la cartelera mexicana, resulta de veras preocupante que la gente pague por el equivalente a una tanda de patadas en los testículos y que además organismos como Fidecine usen nuestros impuestos para financiar a mamarrachos.

Carlos Trejo, el autor de esta cosa, es un tipo adiposo, harto varonil -tanto como sus cejas delineadas se lo permiten-, con un concepto de elegancia que incluye las camisetas sin mangas y las cadenas de oro de media pulgada al cuello como ropa para toda ocasión. En 1995, el sujeto tuvo la idea de escribir un texto sobre un supuesto hecho real, sucedido en la calle de Cañitas, en la colonia Popotla, pero que en realidad es un relato inconexo, mal escrito, armado de escenas perfectamente reconocibles de varias películas de terror como El exorcista, aunque mezcladas con supercherías propias de la jodidez mexicana.

Para leer Cañitas (el fabuloso libro cuesta no más de 5 pesos en Mercado Libre) me bastó un viaje en el Metro, una semana antes del estreno de la película. Al terminar, me di cuenta de que en este país la idea de leer un libro debe parecernos a tal grado misteriosa, que el hecho de que un hombre mecanografíe más de una docena de cuartillas sin ceder a la tentación de dibujarles monitos o ponerles fotografías debe ser considerado como una empresa descomunal. Con todo, aún no puedo explicarme cómo algo tan aburrido, escrito por un personaje que pronuncia mal palabras que hasta yo conozco, haya alcanzado tal notoriedad.

Y la película no es diferente. Actrices bonitas, actuaciones mediocres; un relato lineal cuyos hechos no guardan la más mínima relación lógica; un fantasma ridículo que usa máscaras de Halloween compradas en el Mercado de Sonora; tomas hechas por un camarógrafo con Parkinson, y un director que en lugar de recurrir al trabajo edición opta por tomas barridas que le permiten filmar los diálogos alternados de los personajes sin tener que cortar.

Desmentido y acusado de mitómano por algunos de los personajes que se supone fueron parte de la historia de la casa de Cañitas, Trejo ya ha anunciado su intención de hacer la segunda parte de su cómico sancocho en Estados Unidos e incluso asegura estar en pláticas con Jennifer Love Hewitt, protagonista de la serie Ghost Whispeper, a quien conoció gracias a "una maestra que es esposa de un juez que conoció en el caso de OJ Simpson". No cabe duda que la ignorancia es temeraria.

Casi al momento de terminar de escribir esta reseña, leo en una nota publicada por El Universal una breve explicación del fenómeno: de acuerdo con la última Encuesta Nacional sobre Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México, la astróloga Madam Sazú, el investigador del fenómeno ovni Jaime Maussán y el autodenominado cazafantasmas Carlos Trejo, son considerados científicos para la mayoría de la población, que piensa que la astrología y la parasicología son una ciencia.

Acabáramos.

 
 
 
 
       

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