EL CRIMEN DEL CÁCARO GUMARO

DIRECCIÓN: Emilio Portes
TÍTULO ORIGINAL: El crimen del cácaro Gumaro (2014)
PAÍS: México
GUION: Andrés Bustamante, Emilio Portes, Armando Vega Gil
FOTOGRAFÍA: Ramón Orozco Stoltenberg
MÚSICA: Aldo Max
DURACIÓN: 101 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Andrés Bustamante ha demostrado por 25 años que es posible hacer reír con recursos sencillos, una buena caracterización, algo de malicia y mucho ingenio. En El crimen del cácaro Gumaro, donde interpreta a Don Cuino Meléndez, presidente municipal de Ciudad Güépez, el actor es más que un disfraz; su personaje es una sátira impersonal del político mexicano, corrupto y demagogo, un ser perfectamente reconocible de nuestra vieja cultura autoritaria. Sin embargo, es un elemento excepcional, pues la película en su conjunto es un producto pobre, lleno del humor más pueril.

Tras la muerte del dueño del Cine Linterna Mújica, los hijos de éste regresan a la localidad para la lectura del testamento. En su última voluntad, el viejo deja a su hijo Archimboldo (Alejandro Calva) una casa, mientras que a Gumaro (Carlos Corona) lo nombra nuevo administrador del cine. La herencia da inicio a una rivalidad, pues mientras uno intenta llevar gente de nuevo a ver películas en pantalla grande, el otro monta un negocio de piratería para hacerle la competencia.

Su veta humorística está en las constantes referencias a momentos y títulos del cine mexicano, además de los cameos de algunos actores que poblaron las horas bajas de la cinematografía nacional y un guiño no muy logrado a los críticos. La misma idea ejecutada cien veces se agota con rapidez; puntadas aquí y allá en un guion torpe que se alarga innecesariamente y remata sus premisas con ramplonería o las adorna con efectos especiales de factura baratísima, indignos hasta para la comedia televisiva.

La cinta no alcanza nunca a despegar. Sin mucho ingenio en su línea principal, el guion se agota en ocurrencias, en el sketch rápido que por momentos simplemente parece repetir sin imaginación alguna secuencia parodiada. El crimen del cácaro Gumaro intenta echar mano del humor absurdo de algunas viejas comedias en las que mientras en el centro de la acción hay un drama, en segundo plano siempre sucede algo absurdo e insospechado, pero la trama principal es a tal grado boba que el contraste cómico es inexistente.

Fuera de Andrés Bustamante, quien constantemente sale al rescate de una pieza a ratos mortalemente aburrida, queda elogiar el trabajo del niño Óscar Iván González, que en la historia tiene el modesto trabajo de manejar el proyector del cine, y quien pese a tener diálogos contados resulta ser uno de los personajes más simpáticos. El resto lo conforma un grupo de actores (más Ana de la Reguera en un papel sin peso real) para los que la comedia parece agotarse en vestirse de esperpentos y llevar todo al terreno de la estridencia para ocultar el vacío de ideas. No muy gracioso, por cierto.

 
 
 
 
 
       

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