BASTARDOS SIN GLORIA

DIRECCIÓN: Quentin Tarantino
TÍTULO ORIGINAL: Inglourious Basterds (2009)
PAÍS: Estados Unidos, Alemania
GUION: Quentin Tarantino
FOTOGRAFÍA: Robert Richardson
MÚSICA: Piezas de Ennio Morricone y otros
DURACIÓN: 153 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Totalmente desprovista de humor, la primera secuencia de Bastardos sin gloria tiene lugar en 1941, durante la ocupación alemana a Francia; un grupo de oficiales de las SS al mando del coronel Hans Landa (Christoph Waltz), entran en una granja en busca de la última familia judía en la zona. Parsimonioso, el agudo "cazador de judíos" conduce un brillante interrogatorio al dueño del lugar, a quien destroza frase a frase hasta hacerlo confesar dónde se esconden sus vecinos, los Dreyfus.

El pasaje es sólo el primero de los cinco en que se divide la cinta, dura alrededor de 20 minutos, pero indudablemente se trata de los mejores momentos en la carrera de Quentin Tarantino como director. Pasado ese primer tramo, el filme se convierte en una delirante fantasía revanchista que cobra cuentas con la Historia y con pasajes como el Holocausto. Sus protagonistas son un grupo de soldados judíos conocidos como "los bastardos", organizados bajo las órdenes del teniente Aldo Raine (Brad Pitt) y cuyo trabajo es asesinar al mayor número de nazis y llevarse consigo sus cueros cabelludos, lo que los convierte en una leyenda aterradora.

Como si se tratase de una fábula, más que de una arbitraria reescritura de la Segunda Guerra Mundial, Tarantino inicia su relato con la infantil frase "érase una vez", lo cual le otorga licencia plena para dinamitar iconos, convidar a Hitler y Goebbels a su violenta fantasía y de paso llegar a niveles de catársis que cintas como Operación Valkiria no podrían aspirar.

Con numerosas referencias al cine bélico de los setenta, a los spaghetti westerns de los que siempre ha nutrido su filmografía, el director hace del cine vehículo y escenario del único evento que hubiera podido cambiar la historia: el asesinato del Führer. De ahí que su guion incluya varios guiños al oficio: una conspiración urdida en un sótano, con una hermosa y célebre actriz implicada; la realización de la premiere de El orgullo de la Nación (Stolz der nation), un filme pretendidamente elaborado por el Ministerio de Propaganda alemán, y, por si no fuera suficiente, el título de Inglourious Basterds, saqueado originalmente de una cinta de 1978.

Es innegable que en esta entrega Tarantino ha puesto lo mejor que tenía; nos ha dado algunos de los diálogos más brillantes de su filmografía y al mejor villano de su universo particular. En la última escena, antes de los créditos finales, Aldo Raine usa su cuchillo para dejar una singular marca de oprobio a sus enemigos, mientras se le escucha decir "creo que esta podría ser mi obra maestra".

No. Probablemente Bastardos sin gloria no sea la mejor cinta de su director, pero indudablemente en ésta ha logrado secuencias, diálogos y matices irrepetibles que convencen de que no estamos ante un cineasta cualquiera y que toda expectativa sobre su trabajo inevitablemente se derrumbará.

 
 
 
       

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